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Agustín Delgado. Introducción.

Agustín Delgado representa fielmente los principios rectores de su generación, la del 68, y ha sido un poeta, que pese a su importancia, su decisiva participación en la poesía de los 60, ha sido preterido por diferentes motivos, por promociones muy bien consolidadas de poetas que contaron con un férreo poder editorial; por encontrarse su obra primera desmadejándose de la alargada influencia socialrealista, que se vio superada en su segunda obra, Nueve rayas de tiza, y olvidado completamente en su tercer poemario: Cancionero civil. Tríptico de capital importancia en la poesía española de finales de los sesenta que precede a las corrientes que van a llegar en los setenta, pero que algunos autores ya supieron prefigurar en su obra.
Me propongo estudiar estos tres primeros libros, debido sobre todo al espacio que llevaría hacerlo de toda su producción y por querer también articular en tres tiempos su obra. La primera, tres libros: El silencio, Nueve rayas de tiza y Cancionero civil; estas obras son el comienzo poético, donde asienta sus bases estéticas que van a definir toda su trayectoria poética. Veremos los rasgos identificativos de Delgado, así como los rasgos de los poetas de su Generación, y también la obra de autores que publicaron en los mismos años, autores coetáneos con los que Delgado ha sido comparado. La segunda parte de su obra son dos poemarios que conectan y sirven de eslabón entre la primera y tercera, pues muchos de sus elementos más característicos están presentes en todos sus poemarios: Aurora boreal y Espíritu áspero. La tercera parte recoge sus últimas obras, las más arriesgadas desde el punto de vista estético, puesto que su poesía avanza decididamente hacia el vacío, o hacia la transgresión, fructificando su poesía en el invento poético del sansirolé, en un camino análogo al que iniciaron muchos poetas de su generación, como José Miguel Ullán, que parte de una poesía de orden figurativo para acabar en un discurso que tiene que ver más con la imagen y con los límites de la poesía. La última obra de Delgado es ¿Y?, auténtico rizo estético, discursivo, fonético, rozando en lo ilógico, asentado sin embargo en unas sólidas bases racionalistas. Realismo expresionista, un rasgo que va caracterizar su poesía, un discurso de trazo grueso.
Agustín Delgado es un poeta casi olvidado en décadas anteriores, pero sin embargo con una obra abierta y merecedora de diferentes publicaciones recientes: en Castilla y León, en Málaga, o como la más reciente antología publicada por la editorial Trama que lleva el título de su obra completa, Espíritu áspero, un amplio recorrido por toda su obra poética. Poeta caleidoscópico que merece los estudios de diferentes críticos y estudiosos de la literatura española del siglo XX como Juan José Lanz, Pedro Molinero, Luis Mateo Díez o Jose-Miguel Ullán, entre otros. Bien conocida es su faceta de director de la revista Claraboya, pero mucho menos conocida es su labor como poeta, y este trabajo pretende dar dimensión a esa labor olvidada del poeta leonés. Fue uno de los pocos poetas que supieron anteponerse al movimiento que daría la poesía en los últimos veinte años, y fue labrando su obra desde la más radical originalidad, con propuestas que no quedaron en el olvido, con una voz franca y de un cierto gusto distanciador, conocedor de que las modas son pasajeras y consecuentes con su éxito de espuma: la metafísica del champán.
La figura de Agustín Delgado se ha visto empañada por falsos mitos que lo han colocado en un lugar olvidado de la poesía, y son los siguientes:
1º) En los primeros momentos de su obra, en el año 1965, cuando se publica El silencio y las siguientes obras, Nueve rayas de tiza y Cancionero civil, se confunde su obra con un ralo epigonismo de la poesía social, escudándose demasiado en sus publicaciones, capitales, por otra parte, de la revista Claraboya, que procede de una lectura sesgada o insuficiente por parte de la crítica, que lo ve como una literatura simplemente social, o a medio camino entre lo social y las nueves corrientes que formarían el canon novísimo, de los cuales, como toda la poesía de su generación, también participa. Véase Fanny Rubio y José Luis Falcó [Poesía española contemporánea, Madrid, Alhambra, 1989, p. 81]: “Equipo Claraboya supuso un ataque a los novísimos, a los que se acusó de neodecadentes,[la poesía de los novísimos] no era sino el reflejo de un incipiente neocapitalismo ya arraigado en Cataluña, [...] una elección meticulosa de materiales de cara al mercado de los degustadores, necesitados en el ocio de la degustación hacia lo diferente y gratuito”1.
2º) Parece ser, según la crítica establecida o las antologías de Enrique Martín Pardo2, o la de José Batlló, que se hicieron a finales de los sesenta, que Agustín Delgado no pertenece al momento decisivo de cambio de la nueva poesía española, a no ser por su participación decisiva en Claraboya, previa a la eclosión culturalista y de revisión de los mitos iconográficos de raigambre pop española, como harían otros autores como Vázquez Montalbán, como más adelante veremos al comparar sus poemas, olvidando que muchos de estos autores eran la vanguardia desde perspectivas posmodernas, y no participantes de las modas críticas, que prefirieron resaltar la novedad lingüística que daban por fin carpetazo a la veta social realista.3
3º) El enfrentamiento con ciertos autores novísimos mediante la publicación de obras como Parnasillo provincial de poetas apócrifos y otros estudios, hizo que se granjeara ciertos enemigos. El concepto asimismo de que esta escuela es una corriente evasionista, que busca lo bello, el deleite de matriz burguesa, carente de compromiso político y social y muy alejado de las propuestas de poesía objetiva que trataban de defender desde Claraboya, desde una óptica integradora de lo social y lo ciudadano, una especie de marxismo edulcorado que abriese una nueva vía dialéctica; algo que a los novísimos no interesaba en absoluto: sus fuentes, referencias y estética eran muy diferentes. Se pueden observar hoy día estas dos corrientes como complementarias, no como contrarias o excluyentes.
Como conclusión, la poesía de Delgado se gesta en un momento que hizo posible todos los cambios posteriores de la poesía española de los setenta, en un momento que se puede denominar pre-novísimo. Artífice de la superación de la poesía social, hacia un realismo más generoso como afirmaba Brecht, que recordaba que no eran los ojos sino el objeto lo que importaba en poesía. Inmerso en un movimiento posmoderno de nuevo cuño.



1Cita de Guillermo Carnero en “Poesía de posguerra en lengua castellana”, en Poesía, núm. 2, 1978, recogido por Fanny Rubio y José Luis Falcó en Poesía española contemporánea, Madrid, Alhambra, 1989.
2La antología de Enrique Martín Pardo Antología de la joven poesía española, Madrid, Pájaro Cascabel, 1967, es la única que se hace eco en esta década de la obra de Agustín Delgado, porque en la siguiente antología del mismo Martín Pardo Nueva Poesía española, Madrid, Hiperión, 1970 ya no aparece Agustín Delgado.
3Según afirma Batlló en su influyente estudio sobre poesía del 68, cuando se refiere a algunos autores jóvenes que no están presentes en su antología pero que podrían haber estado si: “Agustín Delgado, al que quizá falta un mayor rigor y constancia que esperamos logre en breve. [...] Lázaro Santana, que confiamos cristalice después de su excelente El hilo no tiene fin (1966).” p. 32, ( la cursiva es mía), en Antología de la nueva poesía española, Madrid, El Bardo, 1968. El antólogo no escogió a Agustín Delgado después de la parca acogida de su primer libro El silencio (1965) al que se consideró una extensión de la poesía social realista de los 50; no se supo ver como la superación ideológico- estética de la corriente social realista que propuso Delgado en sus tres primeros libros.

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