Conspiración. Microcuento por Joaquín Fabrellas. La verdad es que no importaba el icono, pero le tocó a él. A mí me contrataron para descerrajarle dos tiros, no en vano era el mejor tirador. Elvis vendría más tarde, y Marilyn fue un poco antes, pero nada podía quedar de esa época pop, alegre. Yo estaba allí, en ese hotel contratado por ellos, por los de siempre. Después todo fue muy fácil, cuando iba a apretar el gatillo, alguien ya lo había hecho por mí; más tarde, todo fue sencillo, Oswald fue el perfecto infame para el magnicidio, pero ninguno de nosotros sabía quién era.
La realidad era solo el espejo