Señales. Microcuento. Joaquín Fabrellas
Ella era la mujer más hermosa: sus labios profundamente rojos, piel blanquísima; él, por fin decidido, iba besarla en ese mínimo espacio de un ficticio ballet de pesos y contrapesos, frente a frente. Cuando los labios se acercaron a su cara, la voz etérea y metálica avisaba del cambio inminente de estación.
Ella era la mujer más hermosa: sus labios profundamente rojos, piel blanquísima; él, por fin decidido, iba besarla en ese mínimo espacio de un ficticio ballet de pesos y contrapesos, frente a frente. Cuando los labios se acercaron a su cara, la voz etérea y metálica avisaba del cambio inminente de estación.
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