Luis
de Góngora y la influencia en el 27.
Joaquín Fabrellas
Jiménez
En las
Soledades, el protagonista nos presenta un mundo artificial,
como decía Salinas, el poeta revive la realidad, dotándola de
nuevos matices y significados.
En efecto, la obra
de Góngora es una tabla, un decorado. Parte del vacío y prolifera
en un mundo abigarrado, hacinado. Nadie se sorprende de ver al
viajero. Todos los personajes que aparecen en el poema se muestran al
náufrago como personajes de tapiz, a punto de ser pintados; lo que
ven los ojos del náufrago es lo que escribe Góngora. La obra tiene
espíritu discursivo. Y crítico.
La obra de Góngora
propone un modelo de conducta ante la sociedad. El náufrago, como el
propio poeta, ha conocido los secretos de la Corte y la vida en la
gran ciudad. Ambos conocen las presiones, los servilismos, las
briegas a las que se debían hacer frente para pertenecer a esa
oligarquía basada en el nacimiento afortunado y en la manutención y
disfrute de ciertas heredades, que definitivamente se perdían y se
conservaban mediante el apadrinamiento áulico.
Diferentes
escritores del Siglo de Oro estuvieron sumidos en esta vorágine, muy
parecida a la actual situación de la sociedad moderna occidental:
Quevedo y su deseo nobiliario de la Torre de Juan Abad. Fray Luis de
León y su inculpación en la traducción del Cantar de los
cantares, san Juan y la reforma del Carmelo; Fernández de
Andrade y su bellísima Epístola moral a Fabio; ponen de
manifiesto estas tensiones. Si bien es cierto que había una
corriente antiquísima, desde Horacio, que alababa la retirada
cortesana y defendía la aldea como lugar puro que poco o nada tiene
que ver con las tensiones de la ciudad. Y Luis de Góngora quería
defender su posición social mediante unas rentas eclesiásticas que
le había dejado su tío Francisco.
El
desmoronamiento económico del país hace imposible salir a flote a
ninguna fortuna. España siempre tan ajena a la cuestión dineraria.
Se impone entonces el derroche para aquellos que pueden disfrutarlo,
pero no gestionarlo. Góngora fue uno de ellos. Echa de menos otros
tiempos donde todo era más fácil; es curioso comprobar como casi
todas las acciones que suceden en las Soledades se dan de
forma casi altruista, o, mejor dicho, en una especie de trueque de
conveniencia, donde no aparece la sucia mancha del dinero.
Esta
es una de las posiciones que se defienden en las Soledades, el
apartamiento, un lugar desconocido que lo acerque a lo primigenio,
algo que recuerde a una edad dorada, a un mundo primero que no esté
falsificado por diversas líneas de tensión: económicas, sociales y
culturales. Góngora describe un mundo donde él, el náufrago, tiene
un lugar preeminente, todo parece accionarse a su paso. El
protagonista es un desconocido, pero se nos cuentan aspectos de su
pasado, de un pasado cortesano; aquí todo parece funcionar gracias a
él. Él mueve el perfecto mecanismo de la caja de resonancia
barroca que es la obra del poeta cordobés. Un circuito cerrado,
abigarrado.
De
alguna forma el náufrago supone una forma de resistencia; en primer
lugar, de resistencia a la vida, por querer salvarse de una situación
difícil, y, por otro lado, una forma de resistencia ante los
zarandeos de una sociedad febril que te obliga a actuar de una forma
puritana durante el día y a ser un libertino durante la noche. De
ahí se escinde una actitud paranoide de doble moral que se
demuestra en algunas composiciones barrocas que están entre los
institucional y la sublimación liberadora del arte. Veneno y
antídoto, o cara y cruz de una sociedad tan compleja como la actual.
El
náufrago (el poeta), es una persona que se siente injustamente
tratada por la sociedad, que busca la autorrealización en lo
apartado, de ahí el naufragio metafórico ante una sociedad que
acepta la doble moral, pero no la vida licenciosa. El poeta crea un
mundo donde él es el centro, pero nadie le pide explicaciones. Todo
se muestra hermoso a su paso, abundante, el miedo al vacío puede
verse en cada escenario, incluso, la verbalidad gongorina es un
ejemplo de ello. Todo es profuso, reinventado, hasta que la
experiencia vital se agranda, se multiplica.
La
sociedad del XVI y el XVII permite a los artistas llevar una vida de
artista, pero si son relegados a los márgenes, toda vez que tengan
una cuota de poder limitada y no molesten; ahí Góngora se puede
inventar un mundo donde las líneas directrices se alternen y ser el
rey de su propio reino, aunque sea en una cáscara de nuez.
En
cierto modo actúa como un vanguardista, explotando una línea de
innovación traída por Garcilaso o la nueva forma de hacer poesía
en España, la revolución copernicana y el valor para tratar los
metros italianos que se había hecho anteriormente, pero con desigual
fortuna. Góngora sigue esta corriente e inventa una nueva vuelta de
tuerca, la profusión formal, estilística que caracteriza la
hiperculturalidad del poeta cordobés. Y en esta veta que él abre no
había otro poeta en el que poder mirarse, como no fuese Quevedo.
Góngora
es su propia referencia, su obra le sirve como base para cambiar para
siempre la lírica española, porque a partir de él , los poetas
sienten la obligación de mirarse en ese espejo que anticipa muchas
corrientes: desde el neocostumbrismo, hasta la experimentación,
pasando por la autorreferencialidad y el culturalismo extremo. Una
poesía hecha para pocos y a veces mal estudiada por una crítica
insuficiente e intencionada.
El
náufrago es el símbolo de una sociedad perdida, en crisis. Se puede
comparar a la actitud novelesca del Quijote, un héroe que resiste
los golpes de un mundo cambiante y que no contiene las actitudes de
los escritores que han sido formados en el seno de esa sociedad, la
cual no quiere oír unas voces que contradigan sus bases.
La
poesía de Góngora no es para la masa. Eso es algo que se repetirá
tres siglos después con Juan Ramón Jiménez y que José Ortega y
Gasset tratará en su Rebelión. Estas
tesis serán seguidas por dos poetas muy representativos de la
generción del 27, Salinas y Guillén. La masa y la élite que dirige
a la masa. Esa élite que hunde sus raíces en las bases krausistas y
su traducción en España mediante la Institución Libre de
Enseñanza, que llegaría hasta la Residencia de estudiantes, lugar
donde estudiaron algunos de los poetas más representativos de esta
generación poética, lugar para las algaradas, para el
entendimiento, para la creación poética y artística de un sector
de esta generación que van a tener un fin poco agraciado en muchos
de sus casos; esa élite acabaría fuera de España: Guillén,
Salinas, Alberti, Cernuda, y Lorca muerto en un lugar poco claro del
espacio.
La poesía debe ser desafecta con el poder del que surge. Al menos la
poesía moderna, que no nace bajo su amparo. Esa actitud crítica es
la que une a Góngora con los poetas del 27. Eso y su actitud de
resistencia.
Por otro lado, la actitud culturalista de Góngora, casi como un
novísimo y la autorreferencialidad de su propia obra lo convierten
en el guía a seguir por los del 27: partir de unas bases populares
hasta llegar a la experimentación estética, que hacen de Góngora
un heterodoxo inclasificable. Poesía para la minoría. Esta poesía
para la minoría, o poesía como juego, se puede ver en algunos
poemas de Salinas como “35 bujías” o “Underwood girls”,
también puede verse como una poesía deshumanizada, donde el centro
del poema no era sino un objeto y su descripción, aunque se pueda
llegar a pensar en algo más que eso, porque trata el tema de la
inspiración, de la página en blanco con la que se enfrenta el poeta
en este caso. Es un caso de engañar al ojo, un motivo de resonancia
barroca, donde la realidad engaña y podría ser algo más de lo que,
en un principio, aparenta. El infinito comienza en una máquina de
escribir. Algo similar ocurre con “35 bujías”, en donde Salinas,
bendice la modernidad tecnológica de una bombilla casera, prodigio
de los nuevos tiempos, oda a los avances, pero que, en el fondo, no
deja de ser un poema de amor, al menos, juega a ser eso, otra vez la
realidad y sus apariencias. Se nos propone un juego poético en el
que la amada está encerrada en un claro castillo de cristal, y el
poeta puede liberarla, y así consecutivamente hasta descubrir que el
supuesto correlato objetivo no es más que un reflejo erróneo de la
realidad, el poeta hablaba en todo momento de una bombilla, otra vez
el desdoblamiento entre lo real y lo poetizable. O la realidad como
base para llegar a otra realidad más rica, más sugerente o
evocadora, eso era lo que decía Salinas de Góngora y la frase con
la que se abría este trabajo sobre las relaciones del 27 y Góngora.
No es un juego banal, por mucho que el estudioso de la literatura
española Andrew Debicki pretenda ver en esta corriente creacionista
de Salinas una línea de indeterminismo, quizá no llegó a nada, y
quedase sólo como un intento, pero el anclaje intelectual de estos
poemas es más profundo de lo que en un principio puede imaginarse.
Cernuda
también nos propone un poema que, como en el caso de Salinas,
pretende enriquecer la realidad, aparte de constituir el ensayo
característico de un poeta joven que poetiza los objetos que le
rodean, así el poema dedicado a un ventilador, incluido en el primer
libro del poeta sevillano Primeras poesías 1924-1927,
también muy influido por Jorge
Guillén en este primer libro, poeta, que como hemos visto, sigue los
parámetros de la poesía pura. Es un poema, que sin quererlo
demuestra que la realidad está escondida en las cosas más simples,
también es curioso que Cernuda fuese alumno de Salinas en la
Universidad de Sevilla en el momento de redacción del poema.
Urbano
y dulce revuelo
Suscitando fresca brisa
Para sazón de sonrisa
Que agosta el ardor del suelo;
Pues si aquel mudo señuelo
Es caña y papel, pasivo
Al curvo desmayo estivo,
Aún queda, brusca delicia,
La que abre tu caricia,
Oh ventilador cautivo.
Estos
poemas, de apariencia inerme, siguen un afán por reflejar la
realidad como nadie la ve, casi reinventándola, alestilo gongorino;
sugeriendo como prevenía Valéry en una de sus actuaciones en la
Resi. La poesía no
como comunicación sino como modo de conocimiento.
Otro
poema de Cernuda donde se puede ver la influencia del cordobés en
los poetas del 27, es “Góngora”, que pertenece al libro Cómo
quien espera el alba, un poema
que le sirve a Cernuda para hacer una comparación entre él y su
poesía con el desafecto y la incomprensión de la obra del poeta
cordobés. Donde carga las tintas en contra de los que no saben
escuchar o entender la poesía, su poesía, otra vez la poesía para
una minoría escogida.
Viva
pues Góngora, puesto que así los otros
Con desdén le ignoraron, menosprecio
tras del cual aparece su palabra encendida
Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
...
Mas él no transigió en la vida ni en la muerte...
Muy parecido a su vida, una vida difícil, casi en
soledad, echando de menos su tierra, sus perfumes, colores, ritos, la
belleza, pero no así sus gentes, que no supieron escuchar
acertadamente sus poemas por el drama cainita de la guerra.
La
recuperación no sólo está presente en los temas de algunos poemas
de los poetas de 27; está también en la obra crítica y ensayística
llevada a cabo por el mismo Salinas. Y como no por el gran crítico
de la Generación: Dámaso Alonso, poeta a ratos, como él mismo
decía, y que llevó a cabo a partir del 27 la recuperación de la
obra gongorina, que fue vilipendiada por el otro gran crítico de
principios de siglo: Menéndez y Pelayo, que definió a Góngora como
poeta nihilista, ya que su poesía no llevaba a nada. Destacan las
obras de Alonso: Estudios y ensayos
gongorinos o
La lengua poética en Góngora.
Como podemos apreciar, no es casual la influencia de
Góngora, fue un proyecto delimitado muy claramente, una excusa en
torno a la cual reunir a una pléyade de autores que desde el siglo
de oro no se había dado. Una generación polémica, pero que supo
ver en este autor a uno de los grandes de la lírica española y que
hasta ese momento había sido un maestro olvidado. Aún en nuestro
días su legado es decisivo, tanto en la enseñanza, como en la
lectura de su obra, sigue reclamando autores muy advertidos, algo que
en estos tiempos tan zafios no abunda.
Me gustaría terminar diciendo:
Gracias
demos a Dios por la paz de Góngora exaltado:
Gracias demos a Dios , que supo devolverle (como hará
con nosotros),
Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.
Luis
Cernuda, del poema “Góngora”, Como
quien espera el alba.1941-1944.
Me
he centrado en esos dos poemas del 27 como muestra divertida del
quehacer poético del grupo, en realidad, la influencia gongorina fue
mucho más grande y extensa. La recuperación de Góngora fue un
proyecto planeado por los componentes del grupo, sabedores todos, por
el principio de su gestación, de que pertenecían a un momento
crucial en la historia española: o hacían algo diferente, o
acabarían ellos mismos siendo el centro de sus críticas juveniles:
putrefactos,
término que ellos utilizaban para todo lo que en el veinticinco era
caduco, o pasado. Debían asumir conscientemente el papel que la
historia literaria les había reservado. Para ello había que crear
un movimiento compacto, que tuviese unos líderes espirituales muy
claros, algunos presentes desde su magisterio, como Juan Ramón
Jiménez, u Ortega y Gasset; de este último, adaptaron su idea de
las minorías que dirigen a la mayoría, de hecho, casi todos los
componentes de la Generación proceden de una saneada clase media
alta burguesa, alguna de ellas venida a menos, como la de Alberti,
pero en el caso de Lorca, procedente de una familia terrateniente
granadina. Fueron chicos criados en buenos colegios, preparados para
su papel en el futuro, la generación que le cambiaría el semblante
a la literatura española del siglo XX, y de forma definitiva,
gracias a su influencia en el resto de Europa. Ese espíritu crítico
de los componentes de la Generación se va a ver en la elección de
un líder poético difunto, como es el caso de Luis de Góngora,
figura denostada en la tradición española, y rematada por Menéndez
Pelayo, que lo define como poeta oscuro; crítica a Menéndez Pelayo
que se puede entender como crítica al positivismo exacerbado y
conservador del crítico santanderino, y posicionamiento del grupo
poético;.pues bien, esa figura con varias caras en su composición
va a ser rescatada por estos autores como ejemplo de la Generación,
ya que cultivó los metros tradicionales, algo que va a ser utilizado
por autores como Lorca y Alberti, y la corriente neopopular, o
neotradicionalista; es decir, ellos querían innovar, pero no debían
olvidar ese segmento puro de la tradición española, el elemento de
la gracia viva del pueblo que perdura a lo largo de los siglos. Por
otra parte, la figura de Góngora como el autor de algunas de las
composiciones más bellas y difíciles de la literatura española.
Porque no olvidemos que estas composiciones del poeta cordobés, hoy
bien pueden recordar a la creación emparentada con la vanguardia, y
con la idea juanramoniana de la poesía para las minorías, se erige
entonces Góngora como un vanguardista clásico, quizá el primero de
nuestra tradición literaria.
Todo
esto tuvo mucho de provocación, herederos de las vangusrdias y de
escuelas más brutales como el dadaísmo, y el surrealismo. Gerardo
Diego fue el verdadero impulsor de todos estos acto, entre los que se
encuentran diferentes actos en Madrid y en Sevilla. Llegaron a
representar alguna comedia de Góngora. Hubo conciertos en honor del
poeta, y piezas musicales creadas ex profeso para la celebración,
entre otras, destaca la de Manuel de Falla, Soneto
a Córdoba, y
la de Óscar Espla, Epitalamio de las
Soledades.
Así como piezas creadas por Rodolfo y Ernesto Halffter. A estos
actos se sumaron, aparte de Diego, Alberti, Guillén, que son los más
gongorinos de la generación, otros autores como Bergamín,
Marichalar o Hinojosa. Se publicaron las Soledades
de la mano de Dámaso Alonso, y los Romances,
por José María de Cossío. En el mes de mayo, distintas revistas de
la época se hicieron eco de la figura del genial poeta cordobés,
entre otras: Papel de aleluyas,
Mediodía, o
Litoral.
Fue
Góngora, y su estatus de poeta casi arcano y maldito el que más
gustaba a los autores del 27. Gerardo Diego cuenta en Lola,
los fastos del tricentenario de la muerte del cordobés, su funeral
en la iglesia de Santa Bárbara en Madrid. Lorca, Alberti, G. Diego,
D. Alonso, J. Guillén y P. Salinas estaban presentes. Habían
anunciado en los periódicos el evento, habían mandado invitaciones
a las autoridades, sin embargo toda la iglesia estaba vacía y los
oficiantes, mirando incrédulos a los convocantes, que lucían
claveles rojos en la solapa.
Otra
de las boutades más
sonadas fue la de quemar libros de los enemigos de Góngora: Lope,
Quevedo, Luzán, Moratín, etc., que representaban además una forma
de hacer poesía o crítica literaria putrefacta, como a ellos les
gustaba decir. Según nos recuerda Alberti, fueron a la Academia y
mingitaron en las paredes de la institución. Llegaron a mandar una
corona de alfalfa al crítico Astrana Marín, por su opinión
contraria a la obra de don Luis de Góngora.
También hubo actos celebratorios en Sevilla, invitados
por el Ateneo, y sufragados por el torero Ignacio Sánchez Mejías.
A
Alberti, la influencia de Góngora es decisiva en sus libros Cal
y canto, y
en Sobre los ángeles,
libro de carácter autobiográfico, lleno de imágenes agudísimas y
resueltas y uno de los mejores libros de la Generación.
Hubo otros autores que se intentaron recuperar en este
momento histórico, pero no tuvo el impacto que llegó a tener
Góngora, autores como Garcilaso, Lope, fray Luis de León, san
Juan, la obra de Cervantes, la obra de los hermanos Valdés. Todo
esto intentando defender el carácter español de la literatura y la
influencia de la literatura española en Europa y su carácter,
mezcla de la pasión y la espiritualidad, que sirvió a un buen
número de autores europeos como objeto de estudio, entre otros: Leo
Spitzer o Robert Curtius. Vossler acude a los cursos de verano de
Santander por mediación de Pedro Salinas.
Góngora
también influye en la obra del epígono del 27, Miguel Hernádez,
sobre todo en su obra Perito en lunas,
que se
propone como una mezcla entre el gongorismo y la influencia francesa
de Reverdy.
También
hubo estudios por parte de algunos autores del 27 de la figura de
Góngora, como es el trabajo del crítico y poeta Dámaso Alonso en
La lengua poética de Góngora,
donde se hace una encendida defensa del poeta cordobés, así como un
intento de comprensión de la obra de Góngora que precisamente
faltaba por el ostracismo al que había sido sometido durante tanto
tiempo. Otro trabajo de Guillén:Notas
para una edición comentada de Góngora,
que da una explicación de la importancia de la obra del poeta
andaluz y del intento por parte de los autores de 27 por
comprenderlo.
Sin
embargo, como dice la profesora Fanny Rubio en su Poesía
española contemporánea(1939-1980),
el influjo de Góngora, fua algo externo, o sea, escogieron a este
autor por este aura de poeta maldito, reivindicaban más la figura
que la auténtica imitación. Pag. 26. Comulgaban con el poder de la
metáfora, más que con la simple emulación. En una nota referida al
libro Los vanguardistas españoles de
Ramón Buckley.
Y es que, a partir del 36, se produce un momento de
escisión literaria que tenía mucho que ver con los bandos políticos
que llevaron a cabo la guerra y que después seguirían reivindicando
durante la posguerra: los del bando nacional escogerían a Garcilaso
como símbolo español que querían volver a rescatar, por la
conexión con el Imperio español y la recreación del soneto, por
parte de algunos poetas arraigados; por otro lado, Góngora y la
defensa del arte puro y la libertad creadora, que se erigió en
símbolo para los poetas que comulgaban con el bando republicano y
que tuvieron que exiliarse del país. De ahí la escisión de
Renacimiento y Barroco como algo muy diferente,como una total
dicotomía que estudios más recientes han ayudado a conciliar.
La influencia de Góngora no solo se pudo ver en España,
más modernamente, autores como José Lezama Lima, con su verso
esculpido, su realidad abigarrada, le debe mucho al cordobés; o
autores como Óscar Hanh, o el cubano Severo Sarduy.
En
definitiva, la figura de Góngora es una muestra visible de las
intenciones literarias y afectivas de estos autores del 27.
Movimiento que por una parte quería unir lo popular, la tradición
española literaria, y lo moderno, la vanguardia, como primer
movimiento artístico español de índole europeizante; como
movimiento digno de ser estudiado por críticos de diferentes países.
Un grupo de poetas que querían basarse en lo particular para llegar
a lo universal, como símbolo de la libertad creadora y que
respondían a tendencias modernas. Así como al impulso que desde
España ejercieron Juan Ramón y su minoría selecta y las ideas de
Ortega de que unos pocos, los Happy
few, deben
dirigir a una mayoría que no sabe muy bien a donde se dirige; una
generación que hunde sus raíces en la Institución Libre de
Enseñanza, movimiento europeo de tradición nacional-liberal y todo
esto cristaliza de forma magnífica en las obras de estos elegidos
autores del 27. Porque Góngora encarnaba como nadie ese ideal
aristocrático y al tiempo, popular, que se siguió en esta
generación ejemplar.
Bibliografía:
- CERNUDA, Luis. La realidad y el deseo. México.F.C.E. 1958.
- DEBICKI, Andrew,P. Historia de la poesía española del siglo XX. Madrid, Gredos, 1997.
- DE LAMA, Victor; Poesía de la Generación del 27; Madrid, EDAF, 1997.
- GÓNGORA, Luis de. Soledades. Madrid, Castalia, 1994, ed. de Robert Jammes.
- MAINER, José-Carlos. Breve historia de la literatura española.Madrid. Alianza Editorial, 1997.
- MAINER, José-Carlos. La edad de plata. Madrid. Cátedra. 1999.
- NARBONA, Francisco; Sevilla, Góngora y la Generación del 27. Sevilla, Fundación sevillana de electricidad, 1997.
- RUBIO, Fanny, y FALCÓ, José Luis. Poesía española contemporánea (1939-1980). Madrid, Alhambra, 1989.
- SALINAS, Pedro; Literatura española del siglo XX; Madrid, Alianza Editorial, 2001.
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