SONETO IV Y quiero ser la soledad del álamo Su sombra iluminando la penumbra El vértigo de esta tarde que relumbra Ardiendo su color en breve ramo. En el extenso aire que abrazó al árbol, La huella vacía dibujó la rama Siendo un cuerpo desnudo que así brama Y el ala que robó la forma al mármol. De la muy pérfida y sensual esencia: Todo lo vivo en vano se cumplió En recordar que somos complacencia Ante la única soledad que clama, Su vulgar muestra vana que encarnó Y el puro fuego que ya fluye en llama. Joaquín Fabrellas 28/10/14
La realidad era solo el espejo