
Conversión de san Pablo. Caravaggio.
Este mundo, república de viento,
que tiene por monarca a un accidente.
G. Bocángel
Salmo del caído.
Joaquín Fabrellas
Ahora, que has aprendido el nombre secreto de
las cosas, ahora, cuando has escapado de la rígida influencia de la luz porque
eres uno en la humilde disciplina de los paisajes, y tu lenguaje designa
insumiso la imperceptible caída del tiempo: ya has aprendido a traicionar tu
infancia con el recuerdo.
Ya que has señalado el íntimo regocijo por
todas las caídas del hombre; ahora que celebras la ceniza y festejas el eco de
todos tus fracasos: aprende de ti mismo, la música escondida y secreta de la
delación insignificante de los insectos sin nombre.
Sumergido en el agua sin bautismo de este
mundo sepulcral que celebra tu pecado más íntimo, entonces, ven, trae tu
discordia inaudita de los vendedores de humo y los charlatanes que solo
anuncian la lluvia coloreada de espanto: aprende su música incierta y su
palabra sin ritmo para predecir el álgebra macabra de la sangre.
Ya apalabrada tu cuota de muerte para los que
te darán fin un día convenido por un truhán sin saberlo tú mismo, testigo
incruento de tu historia sin poder acceder a tus actos: quede ahí el mal sueño
que te obligan a vivir cada noche apacible los mensajeros y los ángeles sin
música.
Mañana, como hoy, no habrá nada que celebrar,
no habrá motivos de fiesta, solo la sucia guirnalda que muestra una confusa
alegría. Y las sonrisas del hombre solo pretenden esconder la negrura del
pecado.
Todo llega a su fin: hasta la alegría de
saber que todo acabará pronto. Todo se acaba menos la palabra: la humilde
frontera, el desierto húmedo, la voz insólita que recorre el mundo sin tocarlo.
Ahora que has aprendido todo esto, cógelo,
destrózalo con la furia íntima de los que poseen el mundo, como si nada se
hubiera creado antes de tu nacimiento, porque nada era anterior al mundo ni a
ti que diste nombre a lo que no existía y estaba en silencio.
Ya que todo es tuyo, sal de la jaula en que
te pusieron, en donde te amamantaron infeliz, tu república de aire, tú, monarca
de los accidentes: ven, comprueba conmigo que adonde has llegado es solo una
jaula más amable y sin muros a la que llaman mundo, aquí todo es invisible.
Siéntete el pájaro asustado que no sabe qué
hacer con tanto aire…
Ni siquiera tú sabrías romper las cadenas de
esclavo amante del hierro…
Pensarás para siempre que el aire y la luz
son parte de una misma moneda hecha para comprar una libertad y más aire
mientras ellos cambiarán todo de nombre y pensarás que gobiernas a los hombres
y la voluntad de los ríos cuando vengan los rostros sin cuerpo…
Tú: la necesidad inmaterial de las palabras y
los actos en este mundo sin brújulas de marear, persigue a los animales
salvajes porque entre ellos estarás a salvo y te darán a comer la carne sin
ungir de los cadáveres tiernos que rechazarás por pertenecer a los de su
especie bajo la niebla que acaricia sus montañas.
Y comprenderás que todo esto es el linaje del
hombre.
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