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Mostrando entradas de octubre, 2012
Edmund Gun III Mezclando películas y jazz en un baile nunca comenzado en prisiones invisibles de tedio y transparencia átona. Palabras dichas al vuelo, buscando heridas asépticas, ya no sé si tu vientre conoce esos matices de cereza y vainilla. O si tus ojos, amada, sí, si me mirases, siguen recorriendo el mundo en busca del rostro amado que completará el tuyo. Bajo mares de hilo de azul recién inventado. Los días eran la sucesión amarilla de la luz y el desierto creciente y calurosos de los lagartos hermosos.
Edmund Gun Blair II Tu rostro, amada, la piel morena y antigua de la primera mujer. Tu voz equivale a todas las palabras: a un lenguaje  único y preciso como de caracolas suicidas. La extensión del cuerpo y el encuentro preciso en un lugar y tiempo que hicimos justo en un calendario sentimental e inexistente. Qué locura, amada, todo inventándose, todo haciéndose verdad, palabra, texto hermoso, caricia y olvido. Imágenes robadas para destinatarios débiles. Imágenes de personas que no existían y en las que nunca salimos nosotros sino fue dentro de esa furiosa heteronimia de apellidos y rostros, de ausencias leves y mapas que nunca acaban de recorrerse.
Poema. Edmund Gun Blair I Amor, de ese verano nos queda el tiempo insólito, la sorpresa, la alegría del agua, el beso íntimo de lugar desconocido. Déjame amor que te hable de la pérdida, del desasosiego cotidiano cuando el cuerpo y el rostro de la ausencia se confundan en su materia descarnada de arena y polvo. Déjame iniciar una nueva tradición amorosa en la que ausencia y presencia se excluyan de esta canción. Donde la luz presente el momento como en una caja con música y los amantes no sean más que un misterio sin solución o despedida. Un matrimonio extraño entre fantasmas. Aquí solo vive la música. ¿Recuerdas ese verano altísimo de grillos y olas, de agua que abandona la orilla? Del placer, amada, de saberse solos en este mundo cuando se iniciaba esa música extrañísima de preludio. La armonía en tu cuerpo casi desnudo bajo el cielo despejado y fotografico. ¡ Qué momento más triste y delicioso, qué altura de paraísos cercenados! Palabras chocando como huesos confusos, po