Añagaza de Juan Manuel Molina Damiani
Vuelvo a casa de día.
No estás. Me esperas esta tarde.
Entran por el balcón, desde la playa suben, las trae la marea,
la cordura nublada de los bañistas más madrugadores,
la humedad de los cañizales
lamiéndose la sal de sus heridas, la luz de otra mañana.
Guarda el piso imágenes nuestras
que no consigo enfocar bien del todo:
las heces de mis celos me las están velando nuevamente.
Tropiezo entonces con un charco de agua
dejado por tu cuerpo saliendo de la ducha:
te veo otra vez ofrecerme tu pudor más impúdico,
tu cepa más recóndita.
Quien ya no quiero ser me sigue devolviendo tus recuerdos:
apenas logro ser el que querría
porque aún no dispongo de memoria propia de nada.
Hay ropa por el suelo. La cama está deshecha.
Sobre la mesilla de noche, parecen esperarme,
el cómpac de Lou Reed que no encontrabas,
un cenicero limpio, un par de fotocopias de mi deneí tuyas
y la mierda que lees de un tiempo acá para intentar dormirte.
En su sitio, primer cajón,
perfecto, menos mal, el cuaderno por que anda
la nota sobre los calvarios de Grünenwald,
los apuntes dictados por el último libro de Guillermo,
que lo mejor sería
largarse de inmediato.
Es aquí cuando cobro conciencia de haber vuelto,
trascendente y absurdo, doble mío: el espejo del dormitorio
encuadra un plano americano de un tipo que soy yo
poniéndose otra máscara,
cortándote la flor,
la flor podrida,
de su vuelta a tu mundo.
En Salvoconducto, Jaén, Diputación Provincial de Jaén,2003.
Vuelvo a casa de día.
No estás. Me esperas esta tarde.
Entran por el balcón, desde la playa suben, las trae la marea,
la cordura nublada de los bañistas más madrugadores,
la humedad de los cañizales
lamiéndose la sal de sus heridas, la luz de otra mañana.
Guarda el piso imágenes nuestras
que no consigo enfocar bien del todo:
las heces de mis celos me las están velando nuevamente.
Tropiezo entonces con un charco de agua
dejado por tu cuerpo saliendo de la ducha:
te veo otra vez ofrecerme tu pudor más impúdico,
tu cepa más recóndita.
Quien ya no quiero ser me sigue devolviendo tus recuerdos:
apenas logro ser el que querría
porque aún no dispongo de memoria propia de nada.
Hay ropa por el suelo. La cama está deshecha.
Sobre la mesilla de noche, parecen esperarme,
el cómpac de Lou Reed que no encontrabas,
un cenicero limpio, un par de fotocopias de mi deneí tuyas
y la mierda que lees de un tiempo acá para intentar dormirte.
En su sitio, primer cajón,
perfecto, menos mal, el cuaderno por que anda
la nota sobre los calvarios de Grünenwald,
los apuntes dictados por el último libro de Guillermo,
que lo mejor sería
largarse de inmediato.
Es aquí cuando cobro conciencia de haber vuelto,
trascendente y absurdo, doble mío: el espejo del dormitorio
encuadra un plano americano de un tipo que soy yo
poniéndose otra máscara,
cortándote la flor,
la flor podrida,
de su vuelta a tu mundo.
En Salvoconducto, Jaén, Diputación Provincial de Jaén,2003.
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