Joseph Conrad, una lectura de El corazón de las tinieblas a la luz de dos lecturas españolas.
Bien, de sobra es conocido por todos nosotros la obra del marino ucranio-polaco, naturalizado inglés, Joseph Conrad. Es muestra de una inestimable valentía idiomática, ya que escribía en un idioma que empezó a dominar ya mayor, con veintitrés años, quizá esa fue su gran valía, su inseguridad con el idioma le hacía ser ultracorrecto y su carácter foráneo le permitía ciertos giros sintácticos que ni siquiera Joyce hubiese sospechado. Su obra ha sido revisada por los más diversos autores, su huella es clara en la posmodernidad, la nave Nostromo de la película Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott, la película Apocalypse Now, de Coppola, que es una versión libre del Corazón de las tinieblas. Su obra se encuentra en un momento rayano en el realismo que se está independizando ideológicamente de la época victoriana y prepara el terreno para las vanguardias del incipiente siglo XX.
Aparte de esto, una nueva lectura también puede ser acometida desde el punto de vista general de la literatura española, en especial, desde dos obras sumamente conocidas, en el ámbito universal la primera, y en el ámbito religioso y creativo la segunda, vamos a emprender un paralelismo con El Quijote y la mística, si bien puede parecer arriesgado en un primer momento, pero no tanto si se comprueban atentamente las tres lecturas citadas.
Obvia decir que el Quijote supuso la creación de la primera novela moderna, si bien hubo casos anteriores en la literatura española con La Celestina y El lazarillo, estas obras no tuvieron, una por su extensión, otra por su brevedad, la proyección y modernidad de la que ha gozado el Quijote desde su aparición. También está clara la influencia que supuso el Quijote, en toda la literatura europea. Aquí podemos decir que, Marlow, el personaje del Corazón de las tinieblas, es cervantino, o más propiamente dicho, quijotesco o conradiano, no en vano es su alter ego. Como veremos a continuación su parecido no es arriesgado. Marlow es un romántico empedernido, un marino duro, un hombre fiel y leal con sus amigos, un héroe discursivo, un hombre de palabras, de historias, la novela es toda ella una larga narración de Marlow que es un quijote del siglo XIX. Un héroe que no tiembla al decir con una lengua que no es la suya las precariedades del nuevo sistema europeo, la colonización desmedida por parte de las grandes y emergentes potencias europeas, en este caso en especial, la colonización del Congo por parte de Bélgica, como podría ser Argelia, la India, o Abisinia, proyectos todos que la historia nos ha mostrado errados, la guerra que, aún hoy, en el siglo XXI, continúa.
Esa es su gran baza contra los desatinos, la crítica idealizada al gran relato europeo, esa es su empresa quijotesca, un insignificante marino, Marlow-Conrad (Quijote-Cervantes) que trata de desafiar ese modelo rentable para las grandes monarquías europeas que parecen no querer perder su cita con la Historia y que querían convertir a extensos continentes como África en una gran despensa católica o como un remanente para un hipotético mal momento de guerras, como se vería más adelante en Europa.
El paralelismo con Cervantes y el Quijote es más que claro, Cervantes fue también marino, viajero, soldado en Lepanto, conocía bien el mar y las penurias económicas, tenía bastante de idealista, consiguió un puesto de funcionario como cobrador de impuestos en los pósitos reales, pero nunca llegó a vivir holgadamente, su héroe, un hidalgo con hacienda un tanto dudosa, que critica con sus acciones el nuevo modelo europeo, el modelo capitalista-mercantilista, ya nacido en la Edad Media en las más pujantes ciudades italianas; este nuevo modelo llega a España tarde y se asimila tarde, en el siglo XVII el cambio ya había sido efectuado y deja en una miseria lujosa a muchos antiguos nobles que no prosperaron por quedar relegados en una aurea mediocritas rural, no burguesa ni urbana, como la que pedían a veces los escritores coetáneos cervantinos, más jóvenes, y ejemplo de lo que era la nueva sociedad urbana: Quevedo y Góngora. Siempre al acecho de lo que ocurría en la corte.
Como vemos el correlato entre Cervantes-Quijote y Conrad-Marlow es, en el plano ideológico, claro.
Pero aún cabe esperar más; Valente habla en su obra Variaciones sobre el pájaro y la red de la influencia que tuvieron los poetas de la experiencia mística y en especial Miguel de Molinos y su Guía en la literatura inglesa, en autores del grupo metafísico inglés, la literatura del siglo XVII español influye a través de la literatura ascética y mística y también gracias a la prosa narrativa, es decir, el Quijote. No es necesario hablar de que por supuesto Conrad conocía la obra cervantina, la traducción inglesa de Thomas Shelton fue una de las primeras; lo que sobre todo llamaba la atención de los europeos con respecto al Quijote era su actitud completamente altruista, es decir, Alonso Quijano no espera nada a cambio por lo que hace, es más, le parecería un deshonor recibir dinero por ello, por defender sus ideas. Marlow no espera tampoco nada, sólo le mueve la experiencia personal. Un momento entre ridículo y ascético, he ahí otro de los logros cervantinos, es cuando el Quijote se retira a la cueva de Montesinos, este es un retiro casi espiritual que le vale a don Quijote para encontrarse a si mismo, un momento en el que se desviste de sus ropas y en el que paradójicamente parece recuperar un tanto la cordura, es cuando se pregunta a si mismo si está haciendo bien, si su empresa llegará a buen puerto; ¿se está haciendo el loco, finge? Bien, esta anécdota no es más que la excusa que coge Conrad para construir toda su narración, su personaje, el héroe Marlow habla de cómo él una vez también se internó en el Maëlstron, pero no en la oscuridad, sino en una cegadora niebla resplandeciente, situada en el corazón de la selva congoleña, podemos viajar con él por ese umbroso río, por el silencio inquietante, transitado por nativos que miran como estatuas los avances del vapor cochambroso en el que viaja Marlow en busca de Kurtz, un Kurtz que no es más que un Conrad a veces mal o levemente escondido. Esta experiencia tiene que ver más con la experiencia mística de la que hablaban los autores españoles del XVI y del XVII, aquí Conrad está utilizando una vía unitiva pero ascética, el intento de mejora, no de unión con Dios, sino el ansía de encontrarse consigo mismo, quizá aquí ya se aprecie la escisión psicológica, el dualismo que caracteriza al hombre moderno, la fractura y la crisis interior de un escritor que no sabe muy bien encontrar su lugar en el mundo, que quizá lo lleve a la destrucción sistemática del yo , esta idea parte de la mística española y se instala en la literatura inglesa, será recogida por Conrad y más adelante por el poeta T.S. Eliot, pero ya desde una perspectiva completamente vanguardista, ese arte del capitalismo como diría el gurú del movimiento dadá, Tristan Tzara. Nos referimos a las múltiples voces que se recogen en la obra del poeta americano como escisión de la personalidad, heteronimia pessoana o eco machadiano.
Básicamente lo que nos encontramos en la obra de Conrad es un punto inicial de nel mezzo del camin de la mía vita…que Dante ya supo reflejar en su obra acertadamente, podemos palpar la incertidumbre, la inseguridad de las orillas hasta que lleguemos al interior, siempre al interior, hay que preguntarse por la raíz de las cosas. Marlow descubre a Kurtz y éste sólo le causa una profunda impresión, es su super- yo, el desdoblamiento de su personalidad, cuando vuelve a la ciudad va a ver a la prometida de Kurtz y le dice que murió pronunciando su nombre, la mentira como base de la civilización moderna.
Podemos concluir diciendo que el paralelismo es posible entre Cervantes y Conrad, dos escritores que se rebelaron a su tiempo, en contra de la corriente, uno escribiendo en contra de las fantasiosas novelas de caballerías mediante la mejor novela de caballerías y el segundo escribiendo desde un realismo crítico las comodidades de una sociedad burguesa que llevaría a la fractura global de la que hoy nos estamos continuamente quejando en Palestina, Irak, India, Pakistán y muchos más; territorios que sufrieron la ambición y avaricia de políticos y jerarcas que no encontraban ninguna voz crítica desde la literatura si no hubiese sido por la voz dura de Marlow-Conrad, la voz centrífuga del bárbaro en el sentido griego del término, que vino a decir que a este imperio le quedaba poco tiempo.
Joaquín Fabrellas
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