La gabia
Ángel Rodríguez
Editorial Maolí. Jaén. 2016.

Imagen de portada del libro tomada por José Torres.
Representa este poemario la mayoría de edad de un poeta como Ángel Rodríguez toda vez que este libro nos adentra en un mundo propio, un mundo acotado y al borde de la extinción, en definitiva, un mundo que no existe y solo la poesía es la encargada de pronunciar su vuelta, su desaparición, si hacemos caso al dicho del eterno retorno de lo idéntico, la pesada carga del instante, todo lo que está condenado a repetirse si el universo es infinito y su hijo directo: el tiempo, también sueña con serlo.
En La gabia hay un salto al vacío, una propuesta totalizadora desde el léxico, la poesía debe constatar un lenguaje que ha ido desapareciendo y que solo los muertos pronuncian, porque es este un poemario que abandona lo urbano, que reside no ya en la periferia, sino muy lejos de aquí, en un lugar habitado por el olvido, esa vigilia es este poemario, oyendo las voces de los niños que juegan al compás del agua, la sombra fresca bajo el árbol fragante.
Un poemario surgido de la anfibología entre el ser y el no ser, ya que el dramatis personae de Rodríguez se mueve entre el pasado, su extinción, y el presente (re)nombrado por el lector con esa amarga sensación de que todo lo que nombra ha ido desapareciendo del cauce vital del ahora, pasan de puntillas estos personajes por las palabras, rozando apenas con una emoción auténtica su no existir.
Esa es la crítica que se ejerce desde su poesía, mostrarnos el camino que nos ha llevado a esta sociedad que ama el avance, constatando la pérdida de la emoción y lo natural, el pacto entre la sencillez y la palabra, cuando la palabra no nos unía a la pérdida o a la constatación de fracaso de los significados.
Poesía que utiliza los cauces de lo descriptivo con intención poética indagando en los límites del lenguaje lírico, forzándolo hasta los márgenes, hasta el versículo que requiere la respiración portentosa de lo épico y su difícil transcripción en un verso que se debe agrandar toda vez que se traduce lo subjetivo en un lenguaje hecho para todo lo que desaparece.
Joaquín Fabrellas
Ángel Rodríguez
Editorial Maolí. Jaén. 2016.

Imagen de portada del libro tomada por José Torres.
Representa este poemario la mayoría de edad de un poeta como Ángel Rodríguez toda vez que este libro nos adentra en un mundo propio, un mundo acotado y al borde de la extinción, en definitiva, un mundo que no existe y solo la poesía es la encargada de pronunciar su vuelta, su desaparición, si hacemos caso al dicho del eterno retorno de lo idéntico, la pesada carga del instante, todo lo que está condenado a repetirse si el universo es infinito y su hijo directo: el tiempo, también sueña con serlo.
En La gabia hay un salto al vacío, una propuesta totalizadora desde el léxico, la poesía debe constatar un lenguaje que ha ido desapareciendo y que solo los muertos pronuncian, porque es este un poemario que abandona lo urbano, que reside no ya en la periferia, sino muy lejos de aquí, en un lugar habitado por el olvido, esa vigilia es este poemario, oyendo las voces de los niños que juegan al compás del agua, la sombra fresca bajo el árbol fragante.
Un poemario surgido de la anfibología entre el ser y el no ser, ya que el dramatis personae de Rodríguez se mueve entre el pasado, su extinción, y el presente (re)nombrado por el lector con esa amarga sensación de que todo lo que nombra ha ido desapareciendo del cauce vital del ahora, pasan de puntillas estos personajes por las palabras, rozando apenas con una emoción auténtica su no existir.
Esa es la crítica que se ejerce desde su poesía, mostrarnos el camino que nos ha llevado a esta sociedad que ama el avance, constatando la pérdida de la emoción y lo natural, el pacto entre la sencillez y la palabra, cuando la palabra no nos unía a la pérdida o a la constatación de fracaso de los significados.
Poesía que utiliza los cauces de lo descriptivo con intención poética indagando en los límites del lenguaje lírico, forzándolo hasta los márgenes, hasta el versículo que requiere la respiración portentosa de lo épico y su difícil transcripción en un verso que se debe agrandar toda vez que se traduce lo subjetivo en un lenguaje hecho para todo lo que desaparece.
Joaquín Fabrellas
Comentarios
Publicar un comentario