¿Por qué no me gusta Gran Hermano? O, ¿por qué no me gusta que me llamen tonto?
Segunda parte.
Joaquín Fabrellas Jiménez
Como decíamos ayer, este programa es elegido por una minoría interesada en su propio beneficio para una mayoría que "sufre" las consecuencias de este tipo de programas, y eso es manipulación. El debate es el mismo:¿Tenemos la televisión que nos merecemos?, o, ¿no dan otra cosa y por eso lo veo? Como dije antes, las posibilidades de las plataformas televisivas son casi innumerables, en cuanto a calidad y contenidos. Es difícil creer la sentencia del público de "no dan otra cosa". Eso es conformismo. Quizá el auténtico debate esté en los contenidos de las cadenas en cuanto al entretenimiento. En un momento como el actual en que las redes sociales imperan, se debería poder permitir la elección por parte de los usuarios en los nuevos contenidos de los programas televisivos. Una reflexión mínima: ¿Qué fue de los programas musicales en televisión? Fomentar y desarrollar el gusto estético musical no solo es patrimonio de las también mediatizadas emisoras de radio, en este caso particular, la manipulación verbal es mayor al no contar con el soporte visual, pero ese, es otro tema.
En otro orden de cosas, si contemplamos las actitudes de los participantes en este programa, no tienen nada de ejemplar, son productos de su tiempo y legitiman una actitud egocéntrica, interesada, consumista, despreocupada ante la cultura, la lectura, etc., apresados como pájaros en una hermosa jaula de cristal. La lección que se escinde de esto es: una fama rápida y por tanto, carente de valores ciudadanos o cívicos; afectos a un enriquecimieto rápido, basado en parámetros físicos y no intelectuales. Un hecho importante que sucede en este programa es que se confunde una popularidad momentánea con una fama auténtica conseguida mediante el esfuerzo y el trabajo dignos.
Otro de los hechos preocupantes es el uso del lenguaje por parte de los participantes en este asfixiante maratón televisivo en torno al vacío. Ocurren diferentes discusiones, como en cualquier otro grupo humano, pero se solucionan desde el grito, el insulto, la humillación, la descalificación; parecen demostrar que la mejor forma de solucionar un problema es subir el nivel de decibelios, demostrar quien puede parecer más peligroso desde el vocabulario, o manejando la mentira, y esto tiene un efecto empobrecedor en la población que sirve de audiecia a este programa, generalmente jóvenes, que ven en esta actitud un modelo para seguir. Un modelo, el del grito, claramente infantil, que se exporta fuera de ese mundo de cristal y cámaras de Gran Hermano. Por no hablar de las discusiones generadas en torno a la nicotina. Otro engendro de este programa ha sido la creación del "neologismo": edredoning, añadiendo una terminación inglesa -ing de gerundio, pero con valor de infinitivo en la lengua de Shakespeare, que en español nos da la aberración que significa: "yacer bajo una manta o edredón con un chico o chica con la intención de intimar", todo esto, claro está, ocultándose ante las cámaras, pero mostrándolo de una manera más impúdica, por el estúpido artificio improvisado, como dirigidos por una pasión que no se puede refrenar, porque lo más importante es dejarse llevar; no hay lugar para el decoro, no hay filtros, lo más importante es el aquí y el ahora. Sinceramente, ¿a alguien le importa lo que una pareja pueda hacer en su intimidad? En qué estamos convirtiendo a los espectadores: morbosos vouyeur con mucho tiempo libre y pocos escrúpulos.
Este programa, que a veces se ha erigido en punta de lanza y en vanguardia y no sé qué " proyectos sociológicos" difíciles de creer por parte de un público medianamente formado, es ejemplo de la mediatización y manipulación de la audiencia, y, por lo tanto, de la masa poblacional. Da un falso aspecto de moderno y ultra-liberal, pero lo que consigue es legitimar modelos culturales conservadores donde todo gira en torno al capricho de los concursantes y su voluntad sin tener nada más en cuenta; todo se mueve en torno a un consumismo exacerbado y machista, con una importancia capital del físico por encima de la calidad humana de las personas. La elección de los mismos personajes da muestra de a quién quieren captar ejecutivos y productores, por ello, no es un programa democrático ni representa a ninguna sociedad, a no ser que se trate de un pub de extrarradio de una gran ciudad cuando la noche tanto confunde. Evasión.
Es de destacar también cómo subvierte aspectos de la misma obra de la que surgió este programa. Me refiero, claro está, al libro de George Orwell, 1984, es un libro que trata de la manipulación de la población por parte del poder en las dictaduras. Demuestra cuán fácil es manejar a la población mediante el discurso. Esta gran novela es un grito de repulsa a la falta de libertad, es un canto a la integridad del ser humano. De ahí se sacó la idea de poner una cámara en un plató de televisión. El ojo del Gran Hermano que en la novela estaba situado en cada una de las habitaciones de la casa, el control aberrante por parte de los gobiernos totalitarios, la falta de cultura lleva a la ignorancia, y, a partir de ahí, todo es posible. No se engañen, en este programa podrá haber libertad de expresión, todo el mundo la tiene en un estado como el nuestro, pero no hay libertad de información, y eso, no importa a nadie.
Por todo ello, considero a los concursantes como condenados a su torre, salvando las distancias, como Segismundo en La vida es sueño, pero sin atreverse a rebelarse ante la mano que les da de comer y sin saber que la auténtica rebelión empieza por apagar la televisión ante un modelo claramente trasnochado de entretenimiento, porque, dónde están los límites. ¿Quién los establece?, ¿está todo permitido en televisión? Todo esto me recuerda al El show de Truman, en la que se vende y expone la vida de un ser humano desde su nacimiento, una moderna y feroz metáfora de la vida actual sobre la soledad y el vacío del ser humano que tiene que conformarse, como masa acrítica, con lo que le dan, incapaz, gracias a su ignorancia aceptada de antemano, de establecer y apreciar su vida que, tal vez, refleje una imagen tediosa ante el espejo.
Joaquín Fabrellas
Segunda parte.
Joaquín Fabrellas Jiménez
Como decíamos ayer, este programa es elegido por una minoría interesada en su propio beneficio para una mayoría que "sufre" las consecuencias de este tipo de programas, y eso es manipulación. El debate es el mismo:¿Tenemos la televisión que nos merecemos?, o, ¿no dan otra cosa y por eso lo veo? Como dije antes, las posibilidades de las plataformas televisivas son casi innumerables, en cuanto a calidad y contenidos. Es difícil creer la sentencia del público de "no dan otra cosa". Eso es conformismo. Quizá el auténtico debate esté en los contenidos de las cadenas en cuanto al entretenimiento. En un momento como el actual en que las redes sociales imperan, se debería poder permitir la elección por parte de los usuarios en los nuevos contenidos de los programas televisivos. Una reflexión mínima: ¿Qué fue de los programas musicales en televisión? Fomentar y desarrollar el gusto estético musical no solo es patrimonio de las también mediatizadas emisoras de radio, en este caso particular, la manipulación verbal es mayor al no contar con el soporte visual, pero ese, es otro tema.
En otro orden de cosas, si contemplamos las actitudes de los participantes en este programa, no tienen nada de ejemplar, son productos de su tiempo y legitiman una actitud egocéntrica, interesada, consumista, despreocupada ante la cultura, la lectura, etc., apresados como pájaros en una hermosa jaula de cristal. La lección que se escinde de esto es: una fama rápida y por tanto, carente de valores ciudadanos o cívicos; afectos a un enriquecimieto rápido, basado en parámetros físicos y no intelectuales. Un hecho importante que sucede en este programa es que se confunde una popularidad momentánea con una fama auténtica conseguida mediante el esfuerzo y el trabajo dignos.
Otro de los hechos preocupantes es el uso del lenguaje por parte de los participantes en este asfixiante maratón televisivo en torno al vacío. Ocurren diferentes discusiones, como en cualquier otro grupo humano, pero se solucionan desde el grito, el insulto, la humillación, la descalificación; parecen demostrar que la mejor forma de solucionar un problema es subir el nivel de decibelios, demostrar quien puede parecer más peligroso desde el vocabulario, o manejando la mentira, y esto tiene un efecto empobrecedor en la población que sirve de audiecia a este programa, generalmente jóvenes, que ven en esta actitud un modelo para seguir. Un modelo, el del grito, claramente infantil, que se exporta fuera de ese mundo de cristal y cámaras de Gran Hermano. Por no hablar de las discusiones generadas en torno a la nicotina. Otro engendro de este programa ha sido la creación del "neologismo": edredoning, añadiendo una terminación inglesa -ing de gerundio, pero con valor de infinitivo en la lengua de Shakespeare, que en español nos da la aberración que significa: "yacer bajo una manta o edredón con un chico o chica con la intención de intimar", todo esto, claro está, ocultándose ante las cámaras, pero mostrándolo de una manera más impúdica, por el estúpido artificio improvisado, como dirigidos por una pasión que no se puede refrenar, porque lo más importante es dejarse llevar; no hay lugar para el decoro, no hay filtros, lo más importante es el aquí y el ahora. Sinceramente, ¿a alguien le importa lo que una pareja pueda hacer en su intimidad? En qué estamos convirtiendo a los espectadores: morbosos vouyeur con mucho tiempo libre y pocos escrúpulos.
Este programa, que a veces se ha erigido en punta de lanza y en vanguardia y no sé qué " proyectos sociológicos" difíciles de creer por parte de un público medianamente formado, es ejemplo de la mediatización y manipulación de la audiencia, y, por lo tanto, de la masa poblacional. Da un falso aspecto de moderno y ultra-liberal, pero lo que consigue es legitimar modelos culturales conservadores donde todo gira en torno al capricho de los concursantes y su voluntad sin tener nada más en cuenta; todo se mueve en torno a un consumismo exacerbado y machista, con una importancia capital del físico por encima de la calidad humana de las personas. La elección de los mismos personajes da muestra de a quién quieren captar ejecutivos y productores, por ello, no es un programa democrático ni representa a ninguna sociedad, a no ser que se trate de un pub de extrarradio de una gran ciudad cuando la noche tanto confunde. Evasión.
Es de destacar también cómo subvierte aspectos de la misma obra de la que surgió este programa. Me refiero, claro está, al libro de George Orwell, 1984, es un libro que trata de la manipulación de la población por parte del poder en las dictaduras. Demuestra cuán fácil es manejar a la población mediante el discurso. Esta gran novela es un grito de repulsa a la falta de libertad, es un canto a la integridad del ser humano. De ahí se sacó la idea de poner una cámara en un plató de televisión. El ojo del Gran Hermano que en la novela estaba situado en cada una de las habitaciones de la casa, el control aberrante por parte de los gobiernos totalitarios, la falta de cultura lleva a la ignorancia, y, a partir de ahí, todo es posible. No se engañen, en este programa podrá haber libertad de expresión, todo el mundo la tiene en un estado como el nuestro, pero no hay libertad de información, y eso, no importa a nadie.
Por todo ello, considero a los concursantes como condenados a su torre, salvando las distancias, como Segismundo en La vida es sueño, pero sin atreverse a rebelarse ante la mano que les da de comer y sin saber que la auténtica rebelión empieza por apagar la televisión ante un modelo claramente trasnochado de entretenimiento, porque, dónde están los límites. ¿Quién los establece?, ¿está todo permitido en televisión? Todo esto me recuerda al El show de Truman, en la que se vende y expone la vida de un ser humano desde su nacimiento, una moderna y feroz metáfora de la vida actual sobre la soledad y el vacío del ser humano que tiene que conformarse, como masa acrítica, con lo que le dan, incapaz, gracias a su ignorancia aceptada de antemano, de establecer y apreciar su vida que, tal vez, refleje una imagen tediosa ante el espejo.
Joaquín Fabrellas
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