Pliegos del Condestable. (1603).
Poema que escribe Antón Ferrer dedicado a su casa en la campiña de Jaén, cerca de los pagos de Pozuela.
Tiene la fuente un caz,
anega fresca alberca.
Más allá un venero hiende la piedra
do mana limpia el agua.
Una higuera salvaje: olor y sombra,
come sus frutos rojos
la luz, recorre alegre y gana todo
espacio: vence al aire.
El pájaro que aquí anida llena
antes de ser de canto la alegría:
la sombra, la casa, el descanso, són
de una música celestial, de extraña
canción se acompaña. Río
que vuelve así a su origen:
a la tumba de agua, a su luz incierta.
Allí reposo mis tristes
ojos cansados que fueran
un punto más rápidos qu´el aire,
ahora son despojos que contemplan
en la vida sus ruinas,
miseria de su estado,
el reflejo de un siglo que escoja
sus cenizas entre tanta grandeza
devastadas de espanto.
Luengo el dolor, corta delicia:
la vida breve, durará su olvido.
Poema que escribe Antón Ferrer dedicado a su casa en la campiña de Jaén, cerca de los pagos de Pozuela.
Tiene la fuente un caz,
anega fresca alberca.
Más allá un venero hiende la piedra
do mana limpia el agua.
Una higuera salvaje: olor y sombra,
come sus frutos rojos
la luz, recorre alegre y gana todo
espacio: vence al aire.
El pájaro que aquí anida llena
antes de ser de canto la alegría:
la sombra, la casa, el descanso, són
de una música celestial, de extraña
canción se acompaña. Río
que vuelve así a su origen:
a la tumba de agua, a su luz incierta.
Allí reposo mis tristes
ojos cansados que fueran
un punto más rápidos qu´el aire,
ahora son despojos que contemplan
en la vida sus ruinas,
miseria de su estado,
el reflejo de un siglo que escoja
sus cenizas entre tanta grandeza
devastadas de espanto.
Luengo el dolor, corta delicia:
la vida breve, durará su olvido.
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