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Celebrar el vacío.


Imagen de Pepo Herrera. Sevilla. Barriada de Las Tres Mil.
Recogido de Betisweb.








Para celebrar algo es necesario haber hecho algo sobresaliente. Celebrar la nada por no haber conseguido tus retos es ridículo y demagógico. Celebrar el vacío, recordar que no hay objetivos sino que interesa mantener ese estado de sitio que solo beneficia a los de arriba o los que sostienen un poder muy bien trenzado desde las instituciones, que ejercen además su poder como un verdadero cacique a cambio de pequeñas prebendas: el dinero que se le cae a Europa de las manos.
Querer hablar de una región como Andalucía y decir que está a la vanguardia es mentir, porque basar el desarrollo económico de una zona anclados tan solo o principalmente en el sector primario, en el desarrollo de una agricultura que nunca despega o que depende de ayudas europeas en un mundo tan sensible como el cultivo de la tierra y la amenaza de un cambio climático patrocinado por nuestros políticos en otras esferas y con la aquiescencia además de que no van a pagar los desperfectos de esta casa común, mientras nuestros políticos regionales nos cuentan la milonga de que es una forma de conectarnos con nuestro pasado, con nuestra cultura. El cultivo del olivo como antídoto para no olvidar a nuestros antepasados, pero es que en el fondo, desde que se cultiva olivo en Jaén hemos sido incapaces de estructurar un edificio potente para exportar a todo el mundo un producto que venden otros países a un precio desorbitado con una calidad menor y vendida a granel desde España, desde nuestras cooperativas mientras nos repartimos unos mínimos beneficios y los pingües se los llevan otros.
¿Por qué no se ha invertido en la construcción de una industria pesada, por qué no se ha apoyado desde las instituciones la fabricación de maquinaria en nuestra provincia como vínculo con el desarrollo social y económico de una tierra tan empobrecida como la nuestra?
Los beneficios se encuentran ahí y no en el cultivo y recolección del olivo. Pienso en la fabricación de vehículos, el desarrollo de una industria renovable con materiales renovables, el procesamiento del desecho y la conversión en material combustible, una industria consecuente con nuestro entorno, la fabricación de pesticidas que sean respetuosos con el medio ambiente, y no fumigar con ese cóctel químico de sustancias venenosas que arrasan nuestro campo, ese desierto metódico que amenaza nuestro entorno, un cultivo milenario al que tenemos que dejar de ver con ese aire de nostalgia y romanticismo, con ese deje de "es lo que hay" y que responde a un mapa político muy bien diseñado por economistas necios en una Europa con sillones sin vistas si no es a una economía salvaje y brutal.
Porque el paro sigue asolando Andalucía, y nuestra provincia sigue teniendo unos ingresos insuficientes con el gran potencial que podría tener, pero es que todos los años se entona la misma crónica, la celebración de lo que pudo haber sido y no fue, no salimos en el mapa de las regiones más ricas simplemente porque nadie apoya un cambio que no les favorece a corto plazo.
Celebremos el éxodo de los más jóvenes, lloremos ese canto cerrado de cuando la vendimia, o Suiza, Alemania y Francia.
De nada valdrán los himnos cantados muy alto, de nada valdrán las banderas más grandes porque estaremos celebrando la ausencia, el vacío, la nada.


Joaquín Fabrellas

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