Aullando con la fiebre del combate
30 rubaiyat
Azad Daulati
Colección Torre de Gálata n. 15
Ed. Árbol de Poe
Málaga 2015

Los autores nos proponen un sutil juego de resonancias. Una caja con música que juega con la autoría de estos poemarios, este volumen de rubaiyat es el tercero y último, un juego que hunde sus raíces en los mentideros literarios que iniciara Cide Hamete Benengeli y un tal Cervantes, una tradición que indicaba que la autoría en realidad es una patraña, un juego de voces, una acusada heteronimia que practicaron modernamente Pessoa, Álvaro de Campos o un acertado Juan de Mairena que le pasaba los apuntes a Machado.
Como todos saben Daulati existe en su poesía, eso es lo importante, lo demás es el negativo de la palabra, poco más: que fuese un heterónimo de Omar Jayyan, que fuese persa, que habitase el siglo X o el XI , que escribiese rubaiyat es secundario. El rubaiyat es esa forma tan noble de versificar que utiliza una estrofa de cuatro versos, que además, en su versión en español se ha trasladado en endecasílabo blanco según la acertada visión de José Luis Martín Villar y Sergio Franco que han trabajado al alimón en este hermoso proyecto editorial y poético para deleite de todos sus lectores. Una proyecto que recuerda a aquel emprendido por los poetas de Claraboya cuando publicaron conjuntamente el Parnasillo provincial de poetas apócrifos en una cuidada edición artesanal, como la de El árbol de Poe que tanto nos recuerda a aquellos libros de la infancia con el relieve de las letras transparentándose en el envés de la página, porque de eso va la poesía, de la huella sensible que deja la palabra, de la modificación sentimental del espíritu humano, el hombre, un animal de sílabas, al que ahora pretenden desvestir poetas súper ventas que tan poco tienen que ver con lo poético.
Componen este libro cuarenta poemas, los rubaiyat, que hablan, reflexionan sobre lo fugaz, el tiempo, la intrascendencia de lo humano, el abandono a los placeres de la vida, la celebración de lo momentáneo como único escape a la sordidez vital que se deshace como el tiempo en una maraña mal comprendida de eternidad e instantes.
Hay una afianzada voz que recuerda a los cínicos, pero también al estoicismo de un Séneca remozado que subvierte todos los valores del mundo sensible en la producción de juicios basados en la costumbre, y al epicureísmo, sobre todo la corriente que se basa en los placeres del cuerpo, algo digno de unos goliardos primigenios, de ahí la importancia de este vínculo con la poesía griega que pasó a Persia.
Dice el rubaiyat XVII:
"Cuando brindo contigo en la taberna
no recuerdo mi nombre ni mi patria,
no me importa qué sangre nos recorre,
no distingo tu lengua de la mía."
O el XVIII que recorre ciertos frutos análogos a los que trabajarían los poetas barrocos:
"Ámame con pecado y con deleite,
pues el dátil más dulce y más brillante
se pudre en poco tiempo sin remedio
y solo lo disfrutan los gusanos."
El endecasílabo se estructura además de forma natural evocando una oralidad que recuerda a la dicción de los poetas renacentistas del "escribo como hablo". Un trabajo sutil y refinado por parte de estos dos poetas que han sabido hacer una poesía estética y reflexiva.
O la vanitas, también presente en estos poemas, dice el rubaiyat XXIII:
"Respetado traidor, visir del miedo
que apartas tu cruel rostro cuando paso,
te sueñas como un águila invencible,
mas solo eres un puerco envanecido."
Tan solo recordar que la belleza esta presente en esta composición XXVI que cuestiona lo que poseemos ( y nos posee):
"Por rendirme al furor de la tormenta
he soltado mis riendas en la noche:
me gritan el relámpago y el viento
que solo es libre quien lo pierde todo."
Tan solo me queda asegurarles el placer de una gran lectura, el descubrimiento de una poesía de alto voltaje, clásica y moderna a la que se le ve un gran recorrido, o si no siempre podemos afirmar: vayamos riendo hacia el infierno.
Joaquín Fabrellas
30 rubaiyat
Azad Daulati
Colección Torre de Gálata n. 15
Ed. Árbol de Poe
Málaga 2015

Los autores nos proponen un sutil juego de resonancias. Una caja con música que juega con la autoría de estos poemarios, este volumen de rubaiyat es el tercero y último, un juego que hunde sus raíces en los mentideros literarios que iniciara Cide Hamete Benengeli y un tal Cervantes, una tradición que indicaba que la autoría en realidad es una patraña, un juego de voces, una acusada heteronimia que practicaron modernamente Pessoa, Álvaro de Campos o un acertado Juan de Mairena que le pasaba los apuntes a Machado.
Como todos saben Daulati existe en su poesía, eso es lo importante, lo demás es el negativo de la palabra, poco más: que fuese un heterónimo de Omar Jayyan, que fuese persa, que habitase el siglo X o el XI , que escribiese rubaiyat es secundario. El rubaiyat es esa forma tan noble de versificar que utiliza una estrofa de cuatro versos, que además, en su versión en español se ha trasladado en endecasílabo blanco según la acertada visión de José Luis Martín Villar y Sergio Franco que han trabajado al alimón en este hermoso proyecto editorial y poético para deleite de todos sus lectores. Una proyecto que recuerda a aquel emprendido por los poetas de Claraboya cuando publicaron conjuntamente el Parnasillo provincial de poetas apócrifos en una cuidada edición artesanal, como la de El árbol de Poe que tanto nos recuerda a aquellos libros de la infancia con el relieve de las letras transparentándose en el envés de la página, porque de eso va la poesía, de la huella sensible que deja la palabra, de la modificación sentimental del espíritu humano, el hombre, un animal de sílabas, al que ahora pretenden desvestir poetas súper ventas que tan poco tienen que ver con lo poético.
Componen este libro cuarenta poemas, los rubaiyat, que hablan, reflexionan sobre lo fugaz, el tiempo, la intrascendencia de lo humano, el abandono a los placeres de la vida, la celebración de lo momentáneo como único escape a la sordidez vital que se deshace como el tiempo en una maraña mal comprendida de eternidad e instantes.
Hay una afianzada voz que recuerda a los cínicos, pero también al estoicismo de un Séneca remozado que subvierte todos los valores del mundo sensible en la producción de juicios basados en la costumbre, y al epicureísmo, sobre todo la corriente que se basa en los placeres del cuerpo, algo digno de unos goliardos primigenios, de ahí la importancia de este vínculo con la poesía griega que pasó a Persia.
Dice el rubaiyat XVII:
"Cuando brindo contigo en la taberna
no recuerdo mi nombre ni mi patria,
no me importa qué sangre nos recorre,
no distingo tu lengua de la mía."
O el XVIII que recorre ciertos frutos análogos a los que trabajarían los poetas barrocos:
"Ámame con pecado y con deleite,
pues el dátil más dulce y más brillante
se pudre en poco tiempo sin remedio
y solo lo disfrutan los gusanos."
El endecasílabo se estructura además de forma natural evocando una oralidad que recuerda a la dicción de los poetas renacentistas del "escribo como hablo". Un trabajo sutil y refinado por parte de estos dos poetas que han sabido hacer una poesía estética y reflexiva.
O la vanitas, también presente en estos poemas, dice el rubaiyat XXIII:
"Respetado traidor, visir del miedo
que apartas tu cruel rostro cuando paso,
te sueñas como un águila invencible,
mas solo eres un puerco envanecido."
Tan solo recordar que la belleza esta presente en esta composición XXVI que cuestiona lo que poseemos ( y nos posee):
"Por rendirme al furor de la tormenta
he soltado mis riendas en la noche:
me gritan el relámpago y el viento
que solo es libre quien lo pierde todo."
Tan solo me queda asegurarles el placer de una gran lectura, el descubrimiento de una poesía de alto voltaje, clásica y moderna a la que se le ve un gran recorrido, o si no siempre podemos afirmar: vayamos riendo hacia el infierno.
Joaquín Fabrellas
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