- No hay nada que huya es un poemario compacto donde la voz delpoeta, con un lenguaje consciente de sus contaminaciones se aliena.Lenguaje contaminado no solo en lo semántico, sino también, comodecía Trubetzkoy, en lo fónico: “Toda oposición fónica de los sonidosque en una lengua dada puede descifrar signficacionesintelectuales”. El poeta se aliena, se enajena del mundo cifrado paraluchar, utilizando el propio lenguaje, heredado y odiado, por ocuparla naturaleza original del ser humano. Para Nietzsche el arte es lavoluntad de búsqueda de un lenguaje nuevo que hable por primeravez de un nuevo orden de experiencia.No hay nada que huya es un poema único vertebrado por un deseo,por la conjetura de otro mundo oculto –sepultado- en el mundo, bajola hojarasca del signo impuesto por la civilización: el progreso de lalocura que llevó a Artaud a un grado de conciencia que desembocóen la desesperación, sometida a electroshock por el sistema parapoder reducirla y así normalizarla. Decía Artaud : "yo sólo he visto alos aterrorizados del sistema, imposibilitados de reencontrar suyo....."En No hay nada que huya el lenguaje es utilizado para desactivar susfunciones artificiales, espurias, pero al mismo tiempo para encontrarlas originales, aquellas que estaban en íntima conexión con lanaturaleza y no en contradicción con ella, como es el caso de lapoesía institucionalizada desde la República de Platón. A partir deentonces, solamente se considera poeta a aquel que escribe enbeneficio de la sociedad, según aquellos principios que losestamentos consideran útiles para el Estado.
"si yo soy el poetasoy la piedra la mierdael poema: la sucesióninvicta de todas las frases no escritasla sustancia de los actos no ocurridosvenid a vencerme hombresno creeré en vosotros".
Desde Brooklyn la noche te margina. Abajo de tus pies se escinde la ciudad en dos inmensos muslos, y cada esquina espera que le llegue el orgasmo. Estás ausente. Pero todo discurre como si no tomaras los ojos de un viejo espiando el último reducto de los parques a oscuras. Acechas amantes, y te amanece el cuerpo (sonámbulo casi). Y es que acaso en este punto sepas lo que eres, y tus manos contemplen aquello que prohibiste de ti mismo. Tímidamente amigo de la muerte. ¡Aquel amanecer desde el Puente de Brooklyn!
Texto extraído de una carta de Guillermo Fernández Rojano dirigida a Joaquín Fabrellas con motivo de la lectura de No hay nada que huya.
ResponderEliminarGuillermo Fernández Rojano es poeta. Su último poemario de llama Tierra y reúne tres volúmenes que recogen lo último de este poeta.
Asimismo es doctor en Filología Hispánica con una tesis sobre la obra americana del poeta argentinmo José Viñals.