Personas como yo. John Irving.
JOHN IRVING
Si me preguntasen cuáles son las diferencias principales entre la novela americana y la novela europea, respondería que se leyesen a Irving. Su escritura muestra una alegre desenvoltura en el estilo, un lenguaje cercano que convierte al discurso en algo ameno y verídico, a pesar de la complejidad al tratar el tema elegido: la bisexualidad.
Siempre he creído que falta por escribir la gran novela homosexual, sigue pareciendo un tema tabú, pero, ¿qué hay de la bisexualidad? Parece residir aún más allá de los propios tabúes de la homosexualidad, e incluso, Irving, introduce la trama de la transexualidad. No conozco novelas europeas, perdonen mi ignorancia, que traten estos temas de una forma tan abierta como Irving lo hace en esta novela.
Se sirve, además, de un hermoso recurso, digamos que vertebra toda la narración hasta el final, del teatro clásico, principalmente Shakespeare, y algunos europeos, Ibsen sobre todo, cuya Casa de muñecas le sirve para desmontar toda la estructura en la que se asientan las sociedades modernas, pero que siguen lastrando ciertos valores convencionales en cuanto a los roles de la mujer en la sociedad y que, incluso hoy, seguimos arrastrando, por no hablar de lo que pasa en otros países donde se paga con la vida incluso la propia educación femenina.
Una pequeña comunidad en el conservador estado de Vermont a finales de los 50, hasta la aparición del SIDA en los primeros 80, es el recorrido de esta fantástica novela que narra sin ambages la educación sentimental, sí Flaubert, sentimental, de una adolescente bisexual que se siente muy atraído por la hermosa bibliotecaria del pueblo.
La novela muestra una estructura de falsas memorias, una especie de mockummentary, tan del gusto yanqui, pero que es algo endiabladamente difícil de conseguir en la narración sin hacerse prosaico o aburrido para el lector; esa apariencia externa, muy elaborada, nos permite avanzar y retroceder hasta donde Irving, por boca de su personaje, nos quiere llevar: las etapas que marcaron su desarrollo sentimental y sexual, una especie de bildungsroman adaptado a las necesidades de esta novela que supone una feroz crítica a los valores conservadores que sustentan un país tan complejo como EE UU, cuna de libertades, pero con un amaneramiento muy conservador, debido a las corrientes bienpensantes que formaron su patria de la mano de unos peregrinos británicos en busca de una tierra que entendiese una nueva forma de actura y de rezar.
Una novela atrevida, refrescante, que desvela la hipocresía en un momento en el que todos los valores actuales están en entredicho. Nombren a algunos autores europeos que hayan hecho esto antes. Chapeau.
Jorge Santillana

Si me preguntasen cuáles son las diferencias principales entre la novela americana y la novela europea, respondería que se leyesen a Irving. Su escritura muestra una alegre desenvoltura en el estilo, un lenguaje cercano que convierte al discurso en algo ameno y verídico, a pesar de la complejidad al tratar el tema elegido: la bisexualidad.
Siempre he creído que falta por escribir la gran novela homosexual, sigue pareciendo un tema tabú, pero, ¿qué hay de la bisexualidad? Parece residir aún más allá de los propios tabúes de la homosexualidad, e incluso, Irving, introduce la trama de la transexualidad. No conozco novelas europeas, perdonen mi ignorancia, que traten estos temas de una forma tan abierta como Irving lo hace en esta novela.
Se sirve, además, de un hermoso recurso, digamos que vertebra toda la narración hasta el final, del teatro clásico, principalmente Shakespeare, y algunos europeos, Ibsen sobre todo, cuya Casa de muñecas le sirve para desmontar toda la estructura en la que se asientan las sociedades modernas, pero que siguen lastrando ciertos valores convencionales en cuanto a los roles de la mujer en la sociedad y que, incluso hoy, seguimos arrastrando, por no hablar de lo que pasa en otros países donde se paga con la vida incluso la propia educación femenina.
Una pequeña comunidad en el conservador estado de Vermont a finales de los 50, hasta la aparición del SIDA en los primeros 80, es el recorrido de esta fantástica novela que narra sin ambages la educación sentimental, sí Flaubert, sentimental, de una adolescente bisexual que se siente muy atraído por la hermosa bibliotecaria del pueblo.
La novela muestra una estructura de falsas memorias, una especie de mockummentary, tan del gusto yanqui, pero que es algo endiabladamente difícil de conseguir en la narración sin hacerse prosaico o aburrido para el lector; esa apariencia externa, muy elaborada, nos permite avanzar y retroceder hasta donde Irving, por boca de su personaje, nos quiere llevar: las etapas que marcaron su desarrollo sentimental y sexual, una especie de bildungsroman adaptado a las necesidades de esta novela que supone una feroz crítica a los valores conservadores que sustentan un país tan complejo como EE UU, cuna de libertades, pero con un amaneramiento muy conservador, debido a las corrientes bienpensantes que formaron su patria de la mano de unos peregrinos británicos en busca de una tierra que entendiese una nueva forma de actura y de rezar.
Una novela atrevida, refrescante, que desvela la hipocresía en un momento en el que todos los valores actuales están en entredicho. Nombren a algunos autores europeos que hayan hecho esto antes. Chapeau.
Jorge Santillana
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