
Fotografía de Francisco Ferrer Lerín.
Tomada de la revista Caminos de Pakistán.
Antonio Viñuales Sánchez.
Si fámulo significa sirviente, quizá esta propuesta de Francisco Ferrer Lerín interprete su obra como un servicio a la lírica, un ejercicio que ofrece una propuesta como un iniciado que sacrifica y mienta unas palabras únicas, no dichas al azar, siguiendo una secreta nomenclatura que haga de cada poema una pieza insobornable frente al tiempo y a pesar del tiempo.
Ferrer Lerín procede de una excelsa corriente de poetas inclasificables en los que cabría citar a: Agustín Delgado, Aníbal Núñez, José-Miguel Ullán, Ricardo Defarges, Manuel Lombardo Duro, Diego Jesús Jiménez, poetas que eligieron la iconoclastia frente a la mayoría pop que degeneró en los fuegos de artificio que confunden la causa de la poesía con el efecto de lo poético; Ferrer Lerín como poeta heterodoxo frente a una ortodoxia achampanada que no supo encauzar todo el engaste lírico de una corriente poética nacida en las últimas décadas del franquismo y que empezaba a manejar todo el poder de la imagen gráfica, explorando vetas como la profundización en el texto de la iconografía kitsch y su consiguiente vaciado para hablar de una estética de lo decadente: pero algunos empezaron a confundir objeto y texto y no aprovecharon toda la carga irónica del poema, que ya había abierto sus límites fuera de la página, como en el caso de Ullán, los poemas de Aníbal Núñez, o el procedimiento fauve de los poemas más expresionistas de Agustín Delgado.
Fámulo es, pues una indagación en la historia desde el lenguaje, la revisión desde la poesía desde una posición irónica ante la corriente hegemónica que bendice acrítica lo que nos cuentan que pasa. Si el mundo es representación, Fámulo lo desdice, le pone la nota de sorna, la representación irónica a través del lenguaje lírico.
Que el mundo ha cambiado lo llevan diciendo los hechos hace décadas, pero hay un pacto de silencio que sigue interpretando el mismo desde la fenomenología que necesita la publicidad para apoyarlo este apocalipsis diseñado por brokers de la estética.
En "Fornido maestro", una serie de seis poemas de contenido alegórico donde Ferrer Lerín opera con un procedimiento de enajenación de la realidad mediante un trazo grueso , recalibra la realidad de la que surge: [...] Balance / de un lugar, un no lugar, / centro comercial, estadio / de infierno, cenobio / habitado, [...]"Fornido maestro" nos muestra como el mundo actual prefiere la excusa del éxito y la masa aborregada fértil para una manipulación activa de la conciencia colectiva, vaciando los procesos de aprendizaje y sustituyéndolos por la falta absoluta de una conciencia crítica que nos hace libres, no sujetos mediatizados por los grandes medios de comunicación social: Baba la prole , inmensa / beibibún del patio vecinal, flagelo, / estúpida fanfarria [...]
Es una reflexión sobre el tiempo el poema "Matusalén", estructurado en cuatro segmentos narrativos donde se muestran los momentos que estructuran la vida en sus edades, o cómo el tiempo se desfigura y se recrea mediante un lenguaje poético, que es en definitiva la raíz problematizadora de toda poesía, hasta dónde llega la fabulación, hasta dónde los límites de la memoria: "ausente / del lugar, del momento / en que debí / construir / el pasado [...] Habituado el poeta al uso de la máscara, del monólogo que transfigura sus otros yoes antiguos e inventados sucesivamente hasta plasmar en lo poético una imagen sumada de tiempos simultáneos que cristalizan en poema.
El poeta no puede escapar de lo que es realmente, un espectador de su propia vida: "Aniquilados por la ciudad extraña, tragados / consumidos, por quien quiso acabar con quien / escribe y que fue... Donde la culpa actúa como revulsivo al acto reflexivo de la vida y el tiempo pasado.
Sin duda, el poemario es de un alto calado poético, de una gran profundidad lírica, ahí están las piezas Fámulo, Wodwo o Estío, hay un expresionismo que devuelve al poema al límite del significado, un deje fauve, como operaba el leonés Agustín Delgado, el trazo grueso, de color, aquí son las palabras que se oyen demasiado cerca, no hay adornos, tan solo el léxico fagocitando al léxico, dando una vuelta donde la palabra empieza a significar otra cosa, se produce una extrañeza en la semántica del poema, un esfuerzo que convierte al texto en una pieza única: "(no se empleaba entonces la palabra viento) / [...] ese jirijeo grito de la fiesta / lítote / [...] eran los ratones / royendo las orejas".
Especialmente interesantes son los poemas que designan al pájaro como signo simbólico que explica el poema y al mundo, el conocimiento minucioso de la anatomía del pájaro, su dura belleza, la comunión con la naturaleza hacen del texto una nueva propuesta lírica: "Hay un tipo de cuerpo / más pequeño que la garza / y de forma más sincera / que huele como a almizcle..."
"Estío" compone una de las cimas de este poemario, una de sus cotas líricas, donde el irracionalismo inunda el discurso, se hace extenso, describe una realidad enajenada, sin duda refleja la realidad circundante, su explicación más honesta, un particular bestiario, mezcla de animales, incluido el hombre, que transita los espacios rurales con la más esencial brutalidad de sustancias que consumimos en una sociedad que no se pregunta por el sufrimiento, una sociedad que prefiere el potlach tribal a una iluminación deudora de la razón, un ideal colaborativo tan ajeno a una sociedad que pugna por la riqueza y una fama dudosa de riqueza y prestigio.
"No mención de liebres marinas, no sanar, en mujeres ardientes, el dolor de muslos / No yugular de oveja, azote en nalgas, babas, sudor, orín de cabra, maza sarracena. / [...] Ya no ver el macho cabrío quitarse el semen con la boca..."
La serie Iro, 1,2,3 compone un tríptico que mezcla la incapacidad por el dogma de aceptar lo que viene de la periferia, la ciencia no puede ocupar el centro, ha sido desplazada de él por la vieja tradición de oponerse a la movilidad del enfoque divino, Dios es el centro, el mundo también, lo demás no importa, la palabra creadora se convierte en enemigo del alma religiosa, esa inercia puebla el mundo ahora, a medio camino entre la superstición y el consumo más desaforado, los centros comerciales han sustituido a la iglesia, el banco a los preceptores de milagros.
"Cristianos casados con sus comadres, / cristianos que no habían adorado a Nuestra Señora de Atocha / cristianos partidarios del caballo..."
Joaquín Fabrellas
Editor en Lo bello y lo difícil.
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