Ir al contenido principal
Ángeles Mora. Ficciones para una autobiografía. Bartleby Editores.


Al igual que Luis Cernuda nos ofrece en Ocnos una serie de episodios rescatados del pasado que el poeta reconvierte en poesía, eligiendo para sí aquellos recuerdos que formaron su educación sentimental sobre los cuales reflexiona, pasado el tiempo, y contempla la huella que le han dejado aquellos recuerdos, porque al fin y al cabo, la poesía es el ejercicio de la memoria disfrazada de palabra, reconstruyéndose en material poético, desgajado de la vivencia diaria hasta llegar a componer un objeto completamente diferente a lo recordado, que solo le sirve de base.

Este modo de proceder, a pesar de su apariencia simple,  requiere un proceso selectivo de momentos fundamentales en el recorrer cultural y sentimental del poeta que precisa un amplio conocimiento personal para superar la vivencia y que, a la vez, sirva de autocrítica: el tiempo lo desvirtúa todo, emborronándolo con su espuma y haciendo los detalles más grandes. Pues bien, este modo de proceder también estuvo presente en la poética del medio siglo con autores tan destacados como Gil de Biedma o el primer Valente.

Nos ofrece Ángeles Mora un itinerario donde rastrea un pasado que componen las piezas fundamentales del puzzle, piezas que se van engarzando mediante la argamasa de las palabras y la vivencia convertida en pieza poética:

"porque hoy he entrado en este hueco de ausencias,
en este viejo patio sobre el patio de ayer
de mi vida,
y ya no sé porque es tan dulce el sol
sobre ese joven limonero..."

De "Presencia del tiempo".

Donde la poeta nos reconstruye una parte de su pasado como el asno de Ocnos, el soguero del reino del Hades que ya no sabía por qué trenzaba los juncos, quizá para dárselos a comer, o quizá porque no tenía otra cosa mejor que hacer. Así el poeta es un animal metódico que hace y rehace su pasado para contárnoslo a los demás con el agravante del tiempo que pasa para todos igual y que va deformando nuestra visión mientras reconstruimos un pasado hecho a nuestra medida que nunca existió tal y como lo recordamos.


En "Cumpliendo años", nos dice:

"Y el calendario va colgando sus días
como las cuentas de un collar en el hilo del tiempo.
El tiempo somos tú y yo que caminamos juntos
en esa delgada línea de la vida".

Una honda reflexión sobre el paso del tiempo y el amor como contrapunto a la desaparición del pasado, como algo que marca el presente y que señala el futuro por encima de un tiempo erróneo al que se le concede demasiada importancia en la concepción cultural de Occidente.

Quizá sea la poesía una forma de eliminación del tiempo, porque este libro consiste en el rito de la creación por parte de la poeta y el principio de destrucción que se ve en la fuerza que destroza todo, tiempo, poesía y lo que desaparece, armando esas ficciones para una autobiografía, es decir, esa máscara que nos ponemos frente al espejo y de la que esperamos nos conozca mejor que nosotros mismos mediante la invención del recuerdo, como antepasados de nosotros mismos.

Así la poesía de Ángeles Mora atrapa el tiempo en sus líneas, la poeta se rebela ante lo inevitable:

"Así nos regaló el destino
un minuto de eternidad."

Que nos recuerda a "Pandémica y celeste" de Gil de Biedma, la concepción del amor celestial, del amor puro frente al amor dionisíaco que busca siempre un ideal en sus múltiples formas intentando destrozar el tiempo.

Así en "Tántalo o el mañana":

"Una y otra vez lo persigo
y lo que encuentro no es el final"

El hombre necesita tener la impresión de que todo empieza de nuevo pronto, una oportunidad para reconstruir por el amor la visión de lo que una vez creímos ser cierto, engañarse conscientemente en el remanso de los días, algo que dé sentido a nuestra vida intrascendente.

Y terminando el libro, en la sección tercera de "En el cuarto de afuera" nos relata las vivencias de unos niños en un cuarto que servía para los juegos infantiles, repasado todo por la presencia de un familiar: el tiempo que destruye y la poesía que construye para dejarnos este hermoso texto.

[...]
"éramos los niños,
parecíamos el futuro
en tus ojos cansados."




Joaquín Fabrellas Jiménez
Editor en Lo bello y lo difícil





Comentarios

Entradas populares de este blog

Y ahora ya eres dueño del Puente de Brooklyn. (1980) Luis García Montero.

Desde Brooklyn la noche te margina. Abajo de tus pies se  escinde la ciudad en dos inmensos muslos, y cada esquina  espera que le llegue el orgasmo. Estás ausente. Pero todo discurre como si no tomaras los ojos de un viejo  espiando el último reducto de los parques a oscuras. Acechas amantes, y te amanece el cuerpo (sonámbulo casi). Y es que acaso en este punto sepas lo que eres, y tus manos contemplen aquello que prohibiste de ti mismo. Tímidamente amigo de la muerte. ¡Aquel amanecer desde el Puente de Brooklyn!

Góngora y el 27.

--> Luis de Góngora y la influencia en el 27. Joaquín Fabrellas Jiménez En las Soledades , el protagonista nos presenta un mundo artificial, como decía Salinas, el poeta revive la realidad, dotándola de nuevos matices y significados. En efecto, la obra de Góngora es una tabla, un decorado. Parte del vacío y prolifera en un mundo abigarrado, hacinado. Nadie se sorprende de ver al viajero. Todos los personajes que aparecen en el poema se muestran al náufrago como personajes de tapiz, a punto de ser pintados; lo que ven los ojos del náufrago es lo que escribe Góngora. La obra tiene espíritu discursivo. Y crítico. La obra de Góngora propone un modelo de conducta ante la sociedad. El náufrago, como el propio poeta, ha conocido los secretos de la Corte y la vida en la gran ciudad. Ambos conocen las presiones, los servilismos, las briegas a las que se debían hacer frente para pertenecer a esa oligarquía basada en el nacimiento afortunado y en la manutención y disfrute

La pintura de José Fernández Ríos. Joaquín Fabrellas

Tres son los pilares sobre los que se construye la obra del pintor José Fernández Ríos: un elemento neobarroco, un componente hiperrealista y el paisaje como símbolo de resistencia. La obra de Fernández Ríos es extensa, comenzó hace más de treinta años y siempre ha tenido como telón de fondo, al igual que otras manifestaciones artísticas, la ironía, el distanciamiento, provocado por la desastrosa realidad enajenadora de la sociedad actual. Ante tanta insensibilidad aparece la risa forzada que pretende cuestionar todos los valores de esta sociedad construida en unos principios demasiado efímeros, pero que todos parecen aceptar tácitamente sin oponer una resistenciaclara. Como una masa bien adoctrinada a la que le ha sido marcado el camino que hay que seguir. Phantasmata era la expresión utilizada por Platón para definir a todos aquellos que, liberados de las cadenas, salían a la luz, a la verdad y eran cegados por la luz auténtica. Actualmente, la población civil anda por los mismos