Lo que ha conseguido el capitalismo, y es más, su hijo predilecto, el neocapitalismo, no lo ha conseguido casi ninguna dictadura. Sé que este aserto será algo convulso, sobre todo en tiempos de lo ultra-políticamente correcto, y lo que es más, en tiempos en que esto se hace supuestamente en nombre de la democracia.
Y es que se ejerce el pensamiento único desde diferentes instancias y la única libertad es el consumo y los diferentes niveles de adquisición de los diferentes productos. Por producto entiéndase todo aquello que se puede vender en el escaparate mundial en que se han convertido los países occidentales, y también aquellos que no lo son, pero que han aceptado el neocapitalismo como buque insignia de un desarrollo económico que los conduce hacia un abandono paulatino de sus costumbres para un acercamiento a una órbita ultracapitalista que está dando señales de implosionar y desaparecer por las fuerzas centrífugas de destrucción en las afueras del sistema capitalista: destruyendo bosques en selvas, especies animales, poniendo políticos y sus regímenes a su antojo para un mayor control de la geopolítica y sus recursos, véase Libia, Siria, y las fuerzas que combaten allí, o Ucrania y los litigios por el gas europeo.
Por lo tanto da igual si es Trump u Obama, lo que la opinión pública no sabe es que existe un concepto llamado poder que se ejerce desde los sillones de hombres sin rostro que velan por sus intereses milmillonarios y que influyen y deciden a quién poner en el país más poderoso de la tierra , camuflándolo todo de un alegre aspecto democrático, sonrisas, gestos, abrazos, frente a la chulería, la grosería de un wasp como Trump, pero ya digo, está todo pautado, inventado, ambos son productos de laboratorio, como el cine, todo refleja exactamente lo que ellos quieren: no es real.
En lo que nos atañe ahora, seguimos habitando una caverna en la que interpretamos la realidad según nos la cuentan, y así nos va, se nota, porque antes no podíamos ni soñar con mirar hacia la luz, pero ahora vamos hacia fuera de la caverna de la mano de los que nos han atado a las cadenas mientras nos ofrecen unas cadenas mejores. Eso sería nuestra libertad. La cantidad de amor hacia nuestras cadenas.
J. Fabrellas
Y es que se ejerce el pensamiento único desde diferentes instancias y la única libertad es el consumo y los diferentes niveles de adquisición de los diferentes productos. Por producto entiéndase todo aquello que se puede vender en el escaparate mundial en que se han convertido los países occidentales, y también aquellos que no lo son, pero que han aceptado el neocapitalismo como buque insignia de un desarrollo económico que los conduce hacia un abandono paulatino de sus costumbres para un acercamiento a una órbita ultracapitalista que está dando señales de implosionar y desaparecer por las fuerzas centrífugas de destrucción en las afueras del sistema capitalista: destruyendo bosques en selvas, especies animales, poniendo políticos y sus regímenes a su antojo para un mayor control de la geopolítica y sus recursos, véase Libia, Siria, y las fuerzas que combaten allí, o Ucrania y los litigios por el gas europeo.
Por lo tanto da igual si es Trump u Obama, lo que la opinión pública no sabe es que existe un concepto llamado poder que se ejerce desde los sillones de hombres sin rostro que velan por sus intereses milmillonarios y que influyen y deciden a quién poner en el país más poderoso de la tierra , camuflándolo todo de un alegre aspecto democrático, sonrisas, gestos, abrazos, frente a la chulería, la grosería de un wasp como Trump, pero ya digo, está todo pautado, inventado, ambos son productos de laboratorio, como el cine, todo refleja exactamente lo que ellos quieren: no es real.
En lo que nos atañe ahora, seguimos habitando una caverna en la que interpretamos la realidad según nos la cuentan, y así nos va, se nota, porque antes no podíamos ni soñar con mirar hacia la luz, pero ahora vamos hacia fuera de la caverna de la mano de los que nos han atado a las cadenas mientras nos ofrecen unas cadenas mejores. Eso sería nuestra libertad. La cantidad de amor hacia nuestras cadenas.
J. Fabrellas
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