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Tierra.

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Guillermo Fernández Rojano. Taller Clandestino de las Letras. Castellón. 2015.

Tierra es el tercer volumen de la trilogía del mismo título que reúne los tres últimos poemarios de Guillermo Fernández Rojano, donde se unen las obsesiones del autor, estructurándose como rebeldía a lo establecido, desde la resistencia del lenguaje, toda vez que el lenguaje toma el pulso a la voz más frágil y pura: el hombre que se convierte en pueblo, un pueblo no maleado en la obra de Rojano, que procede de lo natural, que habita los espacios dejados tras el pacto con la civilización y que sabe su función de guardián frente a las manipulaciones ya inscritas desde antiguo, desde la sociedad posfeudal; el hombre de Rojano habita unos espacios puros, tanto en la naturaleza como en la ideología, en el plano real y en el metafórico, una poesía idealista ante tanto ataque post-industrial que trata de despojar al hombre de la larga noche de las batallas, todo el conocimiento heredado, la sangre vertida y que una tecnología, aliada al consumo ha desplumado y alejado de la sociedad actual que mira más hacia un futuro subrogado que a un pasado escrito con otro alfabeto que ya nadie entiende: la alienación del hombre moderno sin atributos.

Sí: el discurso de Rojano se hace crítico, nace de la lucha, se metamorfosea en un discurso alucinado en un mundo ciclotímico que no acepta los cauces del lenguaje establecido para decir la verdad, simplemente no acepta la verdad, de ahí el uso de una sintaxis onírica que fuerza el verso hasta extremos inconcebibles:

“Al atardecer volvimos /  por una raya en el horizonte […]

Una trenza de humo / nos inundó el paladar toda la noche.



La utilización de este lenguaje en la obra de Rojano refleja el desencanto del hombre actual mediante su lenguaje que es, en definitiva, la parte más sensible de lo humano, la parte que accede al pensamiento, o a esa parte que la posmodernidad con sus elementos y procedimientos de cohesión trata de arrebatarnos: el sentimiento, mediante las técnicas de alienación diaria a través una sintaxis publicitaria y un aparato propagandístico muy efectivo, que según los gurús del brillo, nuestra nueva sentimentalidad debe llevarnos a embarrancar en un centro comercial y llenar nuestros deseos impostados de discursos ajenos.

Ya que la sociedad se controla desde el lenguaje, sirven los Dazibaos como pantalla y como producto. La política dicta los pasos a los inermes que han creído el discurso recientemente avejentado de las cloacas gramaticales de los que mercadean con votos, pasando de unas sociedades disciplinarias a unas sociedades de control múltiple y en donde el pueblo, ya convertido en ciudadanía poco crítica, acepta como única forma de permanecer unido a pesar de su equivocación. La manipulación nunca fue tan fácil:

“En el ocaso de los sistemas, / manadas de células combatiendo a contraluz.”



Se repite en la obra de Rojano el concepto del tiempo  como un único momento infinito, eternidad que atrapa o que redime:

“Aún no habitáis este siglo”.



“Se desató un ataque de quinientos años / con todo el aparato de devastación / acostumbrado.”



Aparece igualmente el concepto de la moral de la liberación de los esclavos, en el momento de la fractura o de la escisión propia de las sociedades actuales que creen el discurso brillante: los discursos del poder que prestan voz a una conciencia de la pérdida del espacio público, pero esta voz no se devolverá jamás, las revoluciones, como decía Camus acaban pareciéndose a todo lo que se oponían:

“Los cadáveres y los sueños / impiden ver la imagen que quedaba de ti.

“Ahora la desesperación es la única esperanza”.



Al menos ese es el discurso de salvación que la mente política ha recogido para hacerse amable a los despistados ciudadanos que habitan una ciudad infinita o imposible que como ya dijimos carece de ideología si no es la del consumo, la hegemónica y dominante.




“Solo los furiosos, solo los enloquecidos”.

Proceden del lenguaje entrecortado del sueño y la vigilia, discurso que se configura desde lo incognoscible, dando voz a lo incógnito, a lo que no se da en la realidad, porque la poesía es eso, explicar lo que no se ha realizado, en el sentido ontológico del término.



Una sintaxis moderna habitada con poderosas imágenes escindidas de la falta de la supuesta lógica hegemónica de las academias del espanto. Por eso no se cree a los poetas, a los apestados, a los que residen en los límites de lo civilizado:

“ Os estoy viendo dentro de mil años”.



“No sabemos quién estuvo allí antes, si ella, la sombra o el árbol”.



¿Cuál será el legado? ¿Quién patrocinará este apocalipsis? ¿Quién plañirá ante la efigie de un Dios desconocido, un Dios hecho a imagen y semejanza de un hombre moderno que refleja un Dios egoísta y ultrapresente?



La estética del exceso frente al símbolo del hueso, todo aquello que permanece ante la gramática del olvido, el lenguaje de los cementerios para una regeneración necesaria en tiempos que se hunden, por ello es necesaria la poesía, para eso sirve Tierra.

Grande Rojano



Joaquín Fabrellas
Editor en Lo bello y lo difícil.


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