Edmund Gun Blair
II
Tu rostro, amada, la piel morena y antigua de la primera mujer. Tu voz equivale a todas las palabras: a un lenguaje único y preciso como de caracolas suicidas.
La extensión del cuerpo y el encuentro preciso en un lugar y tiempo que hicimos justo en un calendario sentimental e inexistente.
Qué locura, amada, todo inventándose, todo haciéndose verdad, palabra, texto hermoso, caricia y olvido. Imágenes robadas para destinatarios débiles. Imágenes de personas que no existían y en las que nunca salimos nosotros sino fue dentro de esa furiosa heteronimia de apellidos y rostros, de ausencias leves y mapas que nunca acaban de recorrerse.
II
Tu rostro, amada, la piel morena y antigua de la primera mujer. Tu voz equivale a todas las palabras: a un lenguaje único y preciso como de caracolas suicidas.
La extensión del cuerpo y el encuentro preciso en un lugar y tiempo que hicimos justo en un calendario sentimental e inexistente.
Qué locura, amada, todo inventándose, todo haciéndose verdad, palabra, texto hermoso, caricia y olvido. Imágenes robadas para destinatarios débiles. Imágenes de personas que no existían y en las que nunca salimos nosotros sino fue dentro de esa furiosa heteronimia de apellidos y rostros, de ausencias leves y mapas que nunca acaban de recorrerse.
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