Rumor de acequias entre los frutos, clamor bajo las gárgolas. Perdido estuve en los mercados, encendido en los rostros reunidos por la voz ferial, ciego en las cintas y en el aroma de los alimentos, confundido en el fondo de la alegría. Lana y silencio en los soportales, flores bajo las logias. Altos lienzos sostenidos por horcas comunales gritan en la paz solar, y un día esférico se abre en vértigos y sombras, en navajas y sombras, sobre costumbres y carriegos. Fluyen monedas y servicios; fluyen las aguas de la vida en un río sin nombre, en un tráfico de suciedad gloriosa, de varón en varón, de mano en mano. Un remolino de labriegos y madres habla el idioma de los muertos, la palabra lastrada de rocío, verde bajo los vientos, hirviente y dulce en los almacenes. Uvas y arándanos en la claridad y, en los días del hielo, el relámpago amarillo de los narcisos florecidos a la sombra de las grandes montañas.
Tres son los pilares sobre los que se construye la obra del pintor José Fernández Ríos: un elemento neobarroco, un componente hiperrealista y el paisaje como símbolo de resistencia. La obra de Fernández Ríos es extensa, comenzó hace más de treinta años y siempre ha tenido como telón de fondo, al igual que otras manifestaciones artísticas, la ironía, el distanciamiento, provocado por la desastrosa realidad enajenadora de la sociedad actual. Ante tanta insensibilidad aparece la risa forzada que pretende cuestionar todos los valores de esta sociedad construida en unos principios demasiado efímeros, pero que todos parecen aceptar tácitamente sin oponer una resistenciaclara. Como una masa bien adoctrinada a la que le ha sido marcado el camino que hay que seguir. Phantasmata era la expresión utilizada por Platón para definir a todos aquellos que, liberados de las cadenas, salían a la luz, a la verdad y eran cegados por la luz auténtica. Actualmente, la población civil anda por los mismos ...
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