¿Para qué sirve la sintaxis?
Joaquín Fabrellas
Considero que El curso de lingüística general de Ferdinad de Saussure es una obra que recoge el pensamiento humano en su lado más crudo: el conocimiento se adquiere mediante nuestra capacidad lingüística, dependeremos de nuestro conocimiento sintáctico para manejarnos en la vida, porque la sintaxis es pensamiento, es estructura mental y cuanto más recio y desarrollado esté mejor comprenderemos ese concepto al que los humanos llamamos mundo. El mundo es un concepto, y el tiempo otro. Y eso se puede conjugar con unas reglas que tienen mucho que ver con el conocimiento del lenguaje, cuanto más amplio sea más amplio será mi mundo y su interpretación.
Como afirmó Wittgenstein: "los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje". Es cierto que todos los hablantes de un idioma lo aprenden de forma natural, pero eso también se puede mejorar, no es lo mismo saber mover las piezas por el tablero que saber jugar al ajedrez. Esa es la sensación que me dan los hablantes de nuestro idioma, meros movedores de ficha poco avezados y poco motivados en una sociedad muy tecnológica que usa la lectura como entretenimiento o como producto, en el mejor de los casos. Una sociedad que ha olvidado el temblor ante una frase hermosa o el sentimiento desatado por un endecasílabo y todas sus conexiones sentimentales y culturales.
Pero fallamos en todo esto, en nuestro sistema educativo que disecciona la sintaxis como si fuese un repulsivo experimento de laboratorio sin bacterias y sin miscroscopio, porque la sintaxis es una profunda reflexión sobre el lenguaje y, por ende, de uno mismo, y eso está reñido con esta nueva sociedad de consumo que parece decirnos: no te pares a pensar, solo siente y consume, o así lo atestigua la moderna diosa de la producción actual, la efervescente publicidad y su reino de lo inmediato.
Por eso cuando me hacen esa pregunta, veo que algo ha fallado en el proceso, me limito a responder que la sintaxis sirve para haber podido enunciar esa cuestión absurda. Y es que la inmediatez del beneficio da a los alumnos una visión sesgada del fenómeno educativo y de su resultado. La cultura ha pasado a ser algo secundario, las nuevas tecnologías nos ofrecen todo de forma comprimida, resumida, empaquetada, ¿para qué sirve el conocimiento si está a un golpe de ratón? El proceso de formación cultural que antes tan importante era, ha pasado a ser una bizarría intolerable, una boutade de mal gusto. Ahora todo es apariencia, la belleza ha pasado a ser un valor en sí mismo, pero una belleza recauchutada, de diseño, no basada en un clasicismo histórico.
No saber sintaxis es olvidar tu origen, un conocimiento heredado de siglos, la tradición se hunde en la historia y se hace romana, griega y se mezcla con Asia y con los fenicios, domina el Mediterráneo, el mundo conocido hasta el Indo, y más allá el extremo oriente y descubre que el hombre es hombre gracias al lenguaje y que las reglas sintácticas son universales, así de simple, decir lo contrario es abrir las puertas a la ignorancia.
Sapere aude.
Atrévanse a saber.
Joaquín Fabrellas
Considero que El curso de lingüística general de Ferdinad de Saussure es una obra que recoge el pensamiento humano en su lado más crudo: el conocimiento se adquiere mediante nuestra capacidad lingüística, dependeremos de nuestro conocimiento sintáctico para manejarnos en la vida, porque la sintaxis es pensamiento, es estructura mental y cuanto más recio y desarrollado esté mejor comprenderemos ese concepto al que los humanos llamamos mundo. El mundo es un concepto, y el tiempo otro. Y eso se puede conjugar con unas reglas que tienen mucho que ver con el conocimiento del lenguaje, cuanto más amplio sea más amplio será mi mundo y su interpretación.
Como afirmó Wittgenstein: "los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje". Es cierto que todos los hablantes de un idioma lo aprenden de forma natural, pero eso también se puede mejorar, no es lo mismo saber mover las piezas por el tablero que saber jugar al ajedrez. Esa es la sensación que me dan los hablantes de nuestro idioma, meros movedores de ficha poco avezados y poco motivados en una sociedad muy tecnológica que usa la lectura como entretenimiento o como producto, en el mejor de los casos. Una sociedad que ha olvidado el temblor ante una frase hermosa o el sentimiento desatado por un endecasílabo y todas sus conexiones sentimentales y culturales.
Pero fallamos en todo esto, en nuestro sistema educativo que disecciona la sintaxis como si fuese un repulsivo experimento de laboratorio sin bacterias y sin miscroscopio, porque la sintaxis es una profunda reflexión sobre el lenguaje y, por ende, de uno mismo, y eso está reñido con esta nueva sociedad de consumo que parece decirnos: no te pares a pensar, solo siente y consume, o así lo atestigua la moderna diosa de la producción actual, la efervescente publicidad y su reino de lo inmediato.
Por eso cuando me hacen esa pregunta, veo que algo ha fallado en el proceso, me limito a responder que la sintaxis sirve para haber podido enunciar esa cuestión absurda. Y es que la inmediatez del beneficio da a los alumnos una visión sesgada del fenómeno educativo y de su resultado. La cultura ha pasado a ser algo secundario, las nuevas tecnologías nos ofrecen todo de forma comprimida, resumida, empaquetada, ¿para qué sirve el conocimiento si está a un golpe de ratón? El proceso de formación cultural que antes tan importante era, ha pasado a ser una bizarría intolerable, una boutade de mal gusto. Ahora todo es apariencia, la belleza ha pasado a ser un valor en sí mismo, pero una belleza recauchutada, de diseño, no basada en un clasicismo histórico.
No saber sintaxis es olvidar tu origen, un conocimiento heredado de siglos, la tradición se hunde en la historia y se hace romana, griega y se mezcla con Asia y con los fenicios, domina el Mediterráneo, el mundo conocido hasta el Indo, y más allá el extremo oriente y descubre que el hombre es hombre gracias al lenguaje y que las reglas sintácticas son universales, así de simple, decir lo contrario es abrir las puertas a la ignorancia.
Sapere aude.
Atrévanse a saber.
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